miércoles, 13 de diciembre de 2017

Lecciones de las transiciones


Algo hay que aprender de la historia de la primera transición sobre los movimientos sociales y el proceso democrático. La presión de los movimientos trajo el cambio de la dictadura al sistema electoral vigente, pero cuando esa presión era más fuerte, en 1976, es cuando el sistema convocó un referéndum –con Adolfo Suá­rez–. Para que no pudiera seguir creciendo la fuerza acumulada de los mismos, para que al Gobierno no se le fuera de las manos el poder que aún mantenían. Los pactos de La Mon­cloa y de la Constitución del 78 desmovilizaron a los movimientos sociales –sindicales, vecinales, etc.– y orientaron toda la acción política hacia los juegos electorales de los partidos, los parlamentos y los ayuntamientos.
 Sobre todo los ayuntamientos desde 1979 incorporaron a los dirigentes de muchos movimientos, vaciando a estos de sentido, pues ya se gestionaban las necesidades sociales desde los partidos y sus alianzas. Pero aún más, cuando, en los 80, renace el movimiento contra la OTAN, o las luchas sindicales de CC OO y UGT, todo esto se vuelve a frenar con otro referéndum –con Felipe Gonzá­lez– que de nuevo autolegitima los pactos de Estado con el  capital y la hegemonía USA-Alemania. Estas desmovilizaciones sociales las pagarían caras, primero los sectores populares perdiendo sus derechos, pero también el PCE descomponiéndose y luego el PSOE perdiendo el gobierno.
Si los partidos de la derechona no le hacen caso a los empresarios y financieros no duran mucho en los gobiernos. Si las fuerzas alternativas no escuchan ni se basan en los movimientos sociales, tampoco duran mucho. Es una lección que podemos recordar para analizar la situación actual de esta nueva transición. Espero que esta generación no sea tan torpe como la nuestra, y no cometa los mismos errores. Los movimientos del 15M y las mareas no son sólo un punto de partida para el cambio, sino una metodología innovadora para poder construir procesos de larga duración, que van más allá de los movimientos y los partidos clásicos. Y esta novedad de los movimientos es lo que cabe aprovechar para nuevas formas democráticas.
 Tienen razón quienes recuerdan que la contradicción es sobre todo entre los de abajo y los de arriba y no tanto ideológica –en el sentido de la línea de partidos–. Pues lo que hemos vivido es que los ‘grupos motores’ de las comisiones del 15M o de las mareas de diversos colores se juntan para actividades y procesos muy concretos, no tanto para defender alguna teoría dominante o a algún partido o bandera que se creyese vanguardia de alguna estrategia. El que hayan aparecido Podemos o las candida­turas unitarias para los municipios no es más que lo más visible de lo que hay por abajo, y que en estos dos años electorales ha emergido. No es para siempre, es sólo lo más visible de un gran trasfondo generacional ante una crisis que va durar años.

Puede volver a pasar lo que en la transición ya vivida por la generación anterior, si sólo se ve lo electoral y gestiones de los partidos sin ver la creatividad social de los movimientos que son su base. De nuevo puede que los sistemas plebiscitarios y electorales, que llegan a sectores medios no tan concienciados, puedan anular la creatividad y el empuje para el cambio que significan los movimientos sociales más transformadores. En la sociedad de los “tres tercios” no basta ganar municipios con apoyo electoral suficiente, sino que es preciso movilizarse con los ‘dos tercios de abajo’, pues los capitales y sus medios no van a dejar sus privilegios sin lucha. Un movimiento social tiene que hacer un análisis desde dentro y no sólo esperar a que nos analicen desde fuera –desde la academia o desde los partidos– para clasificarnos según sus intereses.
Cada movimiento ha de hacer su estrategia ‘ciudadanista’ frente a las estrategias de tipo ‘populista’ o ‘gestionistas’. Los estudios desde dentro de ‘conjuntos de acción’ que llevamos años haciendo con movimientos sociales en varios países nos confirman estos tres tipos de posibilidades. Las estrategias de tipo ‘populista’ pueden estar bien para ganar electoralmente movilizando votos de castigo, pero  dependen mucho de la credibilidad de su liderazgo y del sistema vertical de articulación que precisan. Las estrategias ‘gestionistas’ son mucho más técnicas y dependen de dar resultados aún cuando no les apoyen sectores de base, o sea, que dependen de coyunturas económicas. Una estrategia ‘ciudadanista o de base’ no se basa en que desde el ‘populismo’ –chino, venezolano o peronista– nos resuelvan los problemas y les estemos agradecidos a los poderes. Tam­poco es ‘gestionismo’ con los gobernantes, con acuerdos entre dirigentes pero sin movilizar a la población. En ambos casos la población de base no se articula entre sí, ni se organiza con cierta autonomía propia, con estrategias propias.
 Una estrategia ‘de base o ciudadanista’ de un movimiento social razona desde dentro de sí mismo, al menos desde sus ‘grupos motores’, tanto para conseguir lo antes posible sus reivindicaciones como para mantenerse vivo en contacto con sus bases que le hacen creíble. Puede aprovechar que existan coyunturas de apoyo mutuo con algún conjunto de acción ‘populista’ o ‘gestionista’, pero su pervivencia depende de su autonomía ante los poderes. Es el caso de grandes movimientos en Latinoamé­rica, como el MST –los sin tierra brasileños–, o la CONAIE –los indígenas ecuatorianos–, etc. Re­tro­­alimentar constantemente los vínculos con las bases siempre les está dando fuerza y creatividad, pero también a la sociedad a la que aportan. La construcción de lo popular, de base o ciudadanista, no es aquel populismo de un movimiento mediático, sino la construcción de auto-organización desde abajo, con trasformaciones desde lo cotidiano e inmediato, y con las demandas y estrategias claras ante los poderes constituidos.
Estos movimientos tienen además una dimensión instituyente. No sólo porque sus reivindicaciones plantean una agenda política a las autoridades, no sólo porque se autogestionen muchos servicios propios siendo ejemplo de eficiencia social, sino también porque inician un ‘camino o circuito paralelo’ de otra democracia posible y más eficiente. Más allá de las democracias representativas, o incluso de las de control de los electos, están las ‘democracias de iniciativas’. No se trata de que elijamos a los mejores para que nos representen, o de que los controlemos para que no nos fallen en sus años de mandato. Se trata de otros sistemas que se construyen en paralelo para la planificación social o para los presupuestos participativos o para la ­autogestión de servicios. Los movi­mientos hacen asambleas participa­tivas –no sólo informativas– y grupos de trabajo, talleres de auto-formación, y se deciden prioridades con creatividad social y consensos amplios. Y sólo después se eligen portavoces o veedores para el seguimiento de los acuerdos. Son encargos concretos e imperativos para una tarea, no para mandar sino para ser mandados. Otras lógicas democráticas pueden construirse en paralelo a la representación habitual y darle más fuerza al cambio que se necesita. 






miércoles, 30 de agosto de 2017

Lo que pudimos aprender sobre metodologías participativas (entorno a Cartagena 2017)


Antes de que se produjera el Congreso de Cartagena (Co) había que prepararlo. Pero, empezando por la auto-critica, en Latinoamérica no fuimos capaces de hacerlo en las condiciones que nos gustaría. La Red ARNA busco sus contactos en Colombia y pudo organizar a su estilo este Congreso de 2017 (Centro de Convenciones con sus costes adicionales, metodología no discutida con nuestra redes pre-existentes, etc.) Por su parte la red de CEAAL (pedagogía freiriana) ya venia con sus propios lugares de encuentro y reuniones preparadas, fruto de su larga trayectoria en los países del continente. Todo se presagiaba como un Congreso habitual, si no fuera por el desborde que se pudo hacer en su clausura y en la jornada de post-congreso “democratizado el conocimiento”. Ya el primer día alguien se tapo la boca con unos dólares en señal de protesta en la propia puerta, pero lo más interesante vino después con los desbordes sucesivos.


La Red de Procesos y Metodologías Participativas solo pudimos organizar una reunión previa, el lunes 12 de junio, gracias al trabajo del Grupo Motor y de Natalia Londoño (una colaboradora de Medellín) que encontró una Universidad amiga en Cartagena. Un primer aprendizaje de esta Red es que, previamente y por internet, se formularon las preguntas previas a las que debíamos responder desde las 4 comisiones temáticas y desde las iniciativas de cada país. La vinculación simbólica de esta red a Clacso funciono como una buena escusa, y se demostró que podemos funcionar por grupos motores y comisiones, y sin grandes costes. Aunque no fuimos capaces de sumar a otros grupos y redes a la reunión de ese lunes previo, la reunión de unas 50 personas de países latinos tan distintos salio bien, según lo organizado previamente, y con las cuatro comisiones con sus proyectos y tareas acordadas y en marcha.


Un segundo aprendizaje tiene que ver con las formas de construir conocimiento en el propio Congreso. Hubo Mesas “redondas” de 3 o 4 ponentes, con las clásicas preguntas al final. En general, solo parecen algo participativas si los ponentes están respondiendo a preguntas previas (que se hayan enviado por Internet, o desde un relator que las recoja allí mismo). Pero hubo Mesas de mas de 6 o 7 ponentes (en algunos casos forzadas por la organización, al sumar dos) que no favorecen en nada lo participativo. Mejor sería que se abriesen a círculos-talleres con los asistentes, para un debate desde el principio con facilitadores y con algunas preguntas clave. En los Talleres en que estuve, con unas 20 o 30 personas, con dinamizadores y papelógrafos, fueron mucho más participativos y con resultados colectivos visibles y creativos. Faltó que se grabasen en video al final los acuerdos principales de cada Taller, con lo que se podría tener una colección de todas las conclusiones, y fácilmente divulgables de forma rápida. Aunque no se hizo esta tarea, se puede aprender a realizarla para próximos encuentros.


También pudimos aprender que la palabra “investigación” tiene algunos sentidos que son sospechosos para la gente del común. Pueden ser interpretados como tareas típicas de los académicos o de la policía, y que se llevan esas informaciones e investigaciones a no se sabe dónde y al servicio de no se sabe quién. Patricia Botero nos ilustro desde sus movimientos populares colombianos: actuar con cuidado con los conceptos habituales que a veces usamos. Por eso siguen apareciendo nuevas formas de nombrar estas formas de “implicarse en hacer estrategias colaborativas” con la población como protagonista. Así al menos sería bueno nombrarnos mejor desde los Grupos Motores que postulan una transformación social frente a las opresiones y explotaciones en que nos haya tocado vivir. Actuamos con los Grupos Motores para procesos concretos, desde movimientos, comunidades, cooperativas, etc. que no defienden una ideología cerrada, sino que con ellos construimos, desde la diversidad, sus estrategias viables.


Los entramados sociales y las redes preexisten, emergen y se reconocen, no aparecen o se construyen de la nada. Si en un momento “enactuan” (como señaló Sandra Massoni citando a Francisco Varela) es porque ya están ahí en sus potencialidades. Pero hay que saber reconocerlas y fomentar las conexiones transformadoras. En este sentido algunos venimos llamando a estos procesos “construir estrategias con los Conjuntos de Acción”. Que no son movimientos sociales que llaman a los demás a venir a “nuestra propuesta”, sino alianzas prácticas con otros movimientos y con sectores populares para algún tema muy concreto, o incluso también con entidades o personajes que puedan ayudar desde sus posiciones de prestigio o de relativo poder. Pongamos por ejemplo las Redes que ya estaban en el propio Congreso de Cartagena y su comportamiento. Lo presento en forma de “pentalema” (método “transcend” de Johan Galtung.):

Desde ARNA invitan a participar a las demás redes en el proyecto que ya tienen, con sus costes y con sus metodologías, tanto en el Congreso (días13-15) como para la sesión sobre Democratizar el Conocimiento (día 16). Los costes imposibilitan a movimientos sociales de Colombia (incluso de Cartagena) a participar, lo que generará protestas ya desde antes y en el primer día. Bastante gente decide no acudir a Cartagena, y también se buscan otros trucos entre los presentes en la ciudad. ¿Era necesario que fuera en el Palacio de Congresos con todos sus costes? ¿Se podía organizar en Universidades como hicimos el día 12 en Cartagena, o como queremos hacer en Rosario (Septiembre 2018)?

¿Las metodologías participativas se reducen a las propuestas por ARNA para estos días o podemos poner en marcha otras (las de el Foro de España-Portugal, las de México o las de Chile, que han sido variadas y más participativas)?


En el polo opuesto aparecen los carteles del día 15 (“¿Quién Falsta aquí?” etc.) en la sesión de clausura. Pero esto es una protesta, más que la construcción de una propuesta. Es un inicio de desborde práctico porque señala críticamente lo que faltó, o que se dio de forma unilateral. Y también porque más que negar el acto, se aprovechó la clausura y parte de su música para bajar el acto final a la gente, aislar el escenario, y salir por la escalera hasta la calle, donde se quería llegar simbólicamente. Parece que fue una construcción performativa-artística de algunos grupos a la que se sumó luego buena parte de público asistente. Interesante aquí el aprendizaje sobre cómo retomar el espacio instituido para abrir una movilización instituyente, pues no entendimos que se tratase de negar la buena voluntad de los convocantes, sino de ser más coherentes en la práctica: Bajar de las tarimas y salir a la calle.


La convocatoria del día 16 fue más desbordante, y ahí aprendimos más y mejor. Ante la convocatoria hubo tres actitudes. Dirigentes de CEAAL, los organizadores colombianos y buena parte de las redes latinas no asistieron a la llamada de ARNA. Bien porque ya estaban con sus propias organizaciones, bien porque se entendió que el acto era para “sumarse” a ARNA y su forma de organizar. El caso es que solo fuimos unas 200 personas, más por oír las conferencias desde Asia, África y Europa-America (Boaventura S. Santos), y por ver el tipo de propuesta que hacia ARNA. Boaventura sintetizó la postura que se venia comentando en los pasillos y desautorizó la pretensión de que aquel acto pudiera ser una Asamblea con pretensiones de red mundial. Tal como estaba la situación se amenazaba con que nos fuéramos la mayor parte de los latinos allí presentes, pero por suerte decidimos consultar con las mesas en que estábamos sentados los grupos. Y la mitad de los grupos escogimos la postura de revertir y desbordar lo que se nos proponía desde ARNA.


En una esquina de aquel gran salón unas 100 personas de habla hispana y brasileña, la mitad de los asistentes, decidimos a trabajar en grupos, pero usando las metodologías propias, ya que llevamos años de experiencias y encuentros en varios de nuestros países, y tenemos algunas redes en que apoyarnos. Aclaramos que no se trata de negar la buena voluntad de ARNA, pero sus técnicas nos parecían superficiales y poco operativas para nuestras necesidades de auto-organización. En solo dos horas nuestros grupos ya habían acabado las reuniones de grupos y el plenario, sumando los papelógrafos de síntesis en la pared, para sacar las comisiones de trabajo. Las comisiones a la hora de la comida ya tenían sus reuniones y sus compromisos establecidos, y se ha ampliado a una red que se auto-convoca para encontrase de nuevo dentro de un año en Rosario (Septiembre 2018). Los otros grupos, de habla inglesa, tras la comida apenas habían terminado de debatir las tres preguntas que les habían formulado, y se apuntaban a algunos grupos temáticos que proponía ARNA.


En el plenario los organizadores de ARNA invitan a esta Red auto-organizada de la esquina latina a contar sus aportaciones. Salieron unas compañeras, y una canto versos en portugués, otra explico que ya tenemos redes y experiencia y por eso nos colocamos en paralelo, y una tercera relató las comisiones de trabajo y sus objetivos, y la propuesta de Rosario 2018. Pero el acto emotivo fundamental fue cuando resonaron las palmas en todos los corazones de la sala. Tras la exposición de las compañeras sobre lo que la "red de las mesas del rincón latino" habíamos construido, el moderador californiano preguntó: ¿Quién dice algo? ¿Alguna pregunta? Muchos empezamos a golpear con la palma de la mano en el corazón, y se formó una cadena humana paseándonos en círculo, rodeando toda la sala, invitando en una lengua universal a todas y todos a hacer y comprender por encima de culturas y fronteras. Resonaba el silencio de la palabra y sobresalía el gesto y el sonido hueco de los cuerpos, hasta que todo fue un círculo. Y en el círculo se nombró la Red, se aplaudió, y siguió la palabra. 


Valga este ejemplo reciente para retomar algunos aprendizajes sobre metodologías participativas. Lo primero es saber auto-criticar la propia red o grupo en el que cada cual estamos y no dar por sentado que los demás “deban venir a lo nuestro”, sino saber escuchar las otras redes que ya están conformadas, o que están ocultas o dispersas, pero que se están conformando o tienen potencialidades de hacerlo. La auto-reflexión es un buen ejercicio para comenzar cualquier proceso participativo. ¿Queremos preservar nuestra red, o queremos ampliarla, o articularnos con otras semejantes? ¿Cómo hacer esto con auto-organización, desde la preguntas de cada sensibilidad? ¿Los consensos pueden ser con cualquiera? ¿Y los disensos hasta donde nos separan? Hay unos grados de “afinidad” que constituyen cada red según su temática, lugar de origen y lengua, e historia de construcción. Estas redes pueden encontrarse con otras de tipo “diferente” (ARNA, CEAAL, UPMS, CLACSO, Sentipensante, etc.) para actividades concretas, y mantener relaciones de buena vecindad. Porque lo “opuesto” es el sistema opresor y explotador (ante el que nos debemos unir), y porque la mayoría de la población esta “ajena” aún a las metodologías participativas.


En algunas de nuestras redes sabemos que tenemos en frente al 1% que maneja el sistema neoliberal y las instituciones que le sirven, y con esos poderes solo cabe unas estrategias de aislamiento y reversión. Pero para “transducir” con la gente común, no queremos aislarnos nosotros, sino acrecentar los “Conjuntos de Acción” con practicas y articulación viables, a partir de las diferencias que cada sensibilidad plantea. En cada red y en cada sensibilidad hay siempre una mezcla de aspectos constructivos y de otros paralizantes o bloqueadores de los procesos. Por lo que la tarea es reconocer, y poner en marcha los aspectos que puedan servir para construir colectivamente. El poder dejar aparcados los aspectos bloqueadores es también un ejercicio para superar los egos y las ideologías cerradas que son las que suelen frenar las mejores “trayectorias” de cambio. Pues en la participación no se trata solo de procesos rápidos (movilizaciones), sino de construcciones desde experiencias, con consensos laboriosos (movimientos), no solo lógicos y dialogantes, sino vivenciales y duraderos.


También es posible aprender algunas diferencias de conceptos, que pueden resultar más apropiados, aunque en el fondo queramos decir lo mismo. Por ejemplo, “diálogos” de saberes no siempre es lo mismo que “ecología” de saberes. Dialogar nos inclina a pensar en una conversación hablada o escrita, y no tanto a una actividad “ecológica” y vital más implicada y completa como son las acciones conjuntas, como en la naturaleza la diversidad de los ecosistemas, y en este caso desde la diversidad social. El E.C.R.O. (de Pichon-Rivière) son los “esquemas conceptuales referenciales y operativos” que le llevan a plantear actuar con “grupos operativos”, como a nosotros con “grupos motores” en la “socio-praxis”. Pero hay quien se queda en la parte de analizar y dialogar sobre los “esquemas conceptuales” sin llegar nunca a las “relaciones operativas”. Pero nosotros hemos aprendido (como en el caso de Cartagena, con el R.O.C.E.) que las “relaciones operativas” deben ir delante, crean ambientes que pueden cambiar algunos “esquemas conceptuales” en los procesos y trayectorias. “Traducir” está muy bien entre distintas culturas para que nos podamos entender, pero “transducir” (como las enzimas o los catalizadores) es algo más, pues se provocan saltos en la “ecología de saberes”, más allá de los “diálogos” donde solo se habla o escribe.


Los “transductores” no investigan (como los policías o los académicos clásicos), y tampoco juzgan (como los del “ver, juzgar, actuar”). Más bien se trata de construir “estrategias” con los sectores implicados, facilitando espacios amplios y metodologías de procesos participativos, para hacer emerger trayectorias y entramados, tanto de los colectivos y asociaciones implicados como de las redes ocultas que ya existen, y que potencialmente pueden transformar las situaciones de partida. Pero a veces los “agentes democratizadores” (profesionales o liderazgos voluntarios) construyen más las peleas y competitividad entre sectores (elección de dirigentes, imposición de algunos temas, sectarismos, etc.), que construir consensos eco-eficientes de forma colaborativa. Esta responsabilidad es de quién plantea las metodologías. Puede ocurrir porque no se sepa guardar las ideologías o sectarismos en un bolsillo, o porque no se conozca que hay unos métodos para que la gente se enfrente y otros para limar las contradicciones en el seno del pueblo, y en suma hay que saber aplicar los más convenientes para construir las estrategias superadoras. No encerrarse solo en los dilemas que nos plantean, sino saber abrirse a la los “multi-lemas” y superaciones “transcend” que sean eco-eficientes.


Por ejemplo, en el caso de la toma de las Plazas del 15M de los indignados se habló de que existían “dos almas” (una que solo pedía reformas del aparato político y otra que postulaba organizarse auto-gestionadamente en colectivos de base). Pero había más, aún cuando se necesitó un tiempo para que “emergieran”: aparecieron también las “mareas” que fue una forma de desbordar a los partidos, sindicatos y a las instituciones a las que se dirigían (salud, educación, la PAH en vivienda, etc.). Más tarde apareció un partido nuevo y esto obligo a cambiar la situación política. Y también aparecieron agrupaciones municipalistas, que no se reducían a partidos, sino a unas movilizaciones electorales realmente novedosas y creativas. No parece que una de estas posiciones sea la buena y las demás equivocadas, sino que son diferentes estrategias que pueden convivir entre si, en las que diferentes partes de la población se reconoce y participa en diversos grados. Salir del dilema y que se puedan plantear (sin sectarismos) diversas estrategias es algo que las metodologías participativas también podemos aprender. Por ejemplo, yo en mi pueblo estoy en varios colectivos agroecológicos y culturales, y también participo en la agrupación municipalista. Pero además apoyo la “marea verde” de la educación, voto a la coalición de partidos del cambio, y apoyo las reformas que se plantean de las leyes retrogradas del sistema dominante.


Otro ejemplo más internacional puede ser el de los Foros Sociales Mundiales. El debate sobre si deben ser solo Foros de debate, como un gran mercado de ideas sin que se tengan que tomar acuerdos, o más bien deben servir para hacer convocatorias para la acción conjunta de los movimientos sociales contra el neo-liberalismo, se puede ampliar a varias posturas más, que no tienen porque ser incompatibles. Una postura es que los Foros se disuelvan, cosa que puede suceder si las peleas internas se recrudecen porque las posturas se muestren como incompatibles. Otra postura puede ser que se formulen a la vez como un Foro para el Debate cada año o dos años (tal como han venido siendo) y a la vez que también exista alguna instancia para lanzar acuerdos comunes de acción internacionales (como ya ocurrió contra la guerra en una ocasión). Seguro que también hay otras posiciones que pueden emerger, y que no tienen porque ser incompatibles. Lo que hace falta son metodologías colaborativas, que permitan que cada cual apueste y trabaje por lo que crea, y se superen los “egos” de personajes y colectivos (disfrazados de debates ideológicos, en su peor acepción) que tanto mal le han hecho a las alianzas internacionales, a la construcción de alternativas y a las movilizaciones alter-sistema.


No se trata de conseguir el diálogo y el consenso de todas y todos, alcanzando unas unanimidades imposibles. Se trata de acompañar procesos que se vayan decantando con la propia gente, como el propio caso de la investigación-acción-participativa. Cuando en los años 70 Fals Borda se implica con los campesinos colombianos, y aprende lo “senti-pensante” de ellos, eran épocas en que los marxismos y las teologías de la liberación aún estaban muy ideologizadas (y hasta sectarias en no pocos casos). Al principio de los años 90, cuando hablé en un par de ocasiones con Fals Borda no coincidimos en que los “sistemas emergentes” y la “complejidad de los entramados populares” eran aspectos fundamentales a incorporar, pues opino que el pueblo básicamente no hace “ciencia”, aunque tiene algunos “saberes” imprescindibles. Por esta razón declinó hacer el prólogo de nuestro libro colectivo “Las ciudades hablan” (que si hizo Hugo Zemelman). Pero si nos abrió la puerta y facilitó que coordináramos un grupo sobre “Poder Local” en el Congreso de Cartagena de 1997. En aquel Congreso ya estuvieron también Wallerstein, Escobar, y otros tantos que si insistimos en incorporar la “complejidad” y los “sistemas emergentes” a los procesos de las metodologías participativas.


En los inicios del nuevo siglo Orlando Fals Borda si se abrió a los nuevos enfoques, y escribió e hizo declaraciones a favor de avanzar en la reconceptualización de las metodologías participativas. Pero el nuevo reto es si ¿cualquier constructivismo social, cualquier teoría de sistemas, encaja con las metodologías participativas? Aunque Edgar Morin y Niklas Luhmann hablen de “complejidad” en la práctica justifican sistemas y estrategias contrapuestas en lo social y lo político. Y en un debate de seguidores de Morin y de Freire, que organizó Carlos Núñez en México, las diferencias eran bastante más que las coincidencias, aunque todos hablasen de “dialógica” y de “participación”. Por eso más que definiciones teóricas, lo que necesitamos son “distinciones”, y a ser posible ejemplos prácticos que aclaren en que estrategias estamos cada cual y cada proceso. “¿Para qué? y ¿Para quién?” que son las preguntas para un enfoque básico (o epistemológico), y “¿Por qué?” es la pregunta sobre cada dispositivo técnico o de dinamización dentro de una metodología. Pues no somos neutrales y tenemos muchas responsabilidades, como hemos aprendido: las metodologías nos pueden echar a pelear de forma sectaria por representatividades, o nos pueden facilitar construir procesos en colaboración desde las diferencias.

Uno de los grupos de nuestras redes ha propuesto comunicarnos y debatir a través de una “Revista Desindexada”, es decir, salirnos de los requisitos que marca la academia que premia a los profesores que más publican en “Revistas Indexadas” (e incluso con un raking de valoraciones entre ellas). También en este caso se puede plantear la cuestión como un “pentalema”, para no quedarnos encerrados en un dilema simple. Nos contaron también (Gerardo Alatorre) la experiencia de una Revista sobre “Fracasos Anónimos”, que durante unos años pudieron mantener, contando sobre todo los problemas que se les presentaban en los trabajos prácticos y que no conseguían resolver. Sería lo contrario de vanagloriarse de los éxitos tal como se suelen publicar en las revistas académicas en la competencia por el reconocimiento profesional. Entre estas tres posiciones se puede ver una intermedia que cuente pros y contras, y que no esté preocupada por ranking o index, sino por el debate entre interesados en le tema. Una quinta posición superadora podría ser una Revista para “construir sobre lo no resuelto”. De forma anónima o no, se pueden plantear las cuestiones no resueltas (fracasos o simples preguntas), luego abrir un debate con ciertos límites de extensión y tiempo, para ir dejando sentados algunos avances que se pueden firmar colectivamente, por ejemplo.



De nuevo usamos el sistema de los “pentalemas” (Galtung, Ibáñez, CIMAS), para mostrar un ejemplo de dispositivo que no se queda encerrado en “dilemas” lineales, sino que permite construir en un plano con múltiples posiciones, más o menos orientadas e incluyentes, desde la diversidad de posturas previas. La postura mejor para adoptar, no es la de un extremo concreto del plano, sino la que puedan construir en cada “situación” aquellas personas que están implicadas en llevar adelante el proceso concreto. Porque no se trata de tener la verdad en abstracto, sino de la eco-eficiencia de las decisiones que se pueden adoptar teniendo en cuenta hasta donde llega la participación y la correlación de fuerzas existente. No queremos tener la razón, sino facilitar espacios y caminos que construyan, desde las razones diferentes de los sectores populares, aquellas estrategias superadoras que en cada situación se ven posibles por los implicados/as en cada caso. Y tal vez salgan más de un camino con estas metodologías, pero la práctica dirá cual es el más eco-eficiente para la transformación necesaria.




Tomás R. Villasante



(Profesor Honorífico de la Universidad Complutense de Madrid y cofundador de la Red CIMAS).



Para ampliar los fundamentos de estas metodologías socio-praxicas, se pueden consultar sus libros:



- (2006) Desbordes creativos. Estilos y estrategias para la transformación social. La Catarata. Madrid.

-Con Rosa Pinto (2011) La democracia en marcha. Kerala. Los retos de la planificación y las democracias participativas. El Viejo Topo. Barcelona.

- (2014) Redes de vida desbordantes. Fundamentos para el cambio desde la vida cotidiana. La Catarata. Madrid.

- Con CIMAS (2015) Metodologías participativas. Sociopraxis para la creatividad social. Dextra. Madrid.

- Con otros autores (2015) Construyendo democracias y metodologías participativas desde el sur. LOM. Santiago de Chile.

- Con Nara Ramos (2015) Do sul a o Norte. Metodologías participativas desde la sociopraxis. Faith. Sao Borja (RGS-Brasil)

- Con José Astudillo (2016) Participación social con metodologías alternativas desde el sur. Abya Yala. Quito.

- (2017) Democracias transformadoras. Experiencias emergentes y alternativas desde los comunes. El Viejo Topo. Madrid.

lunes, 28 de agosto de 2017

APRENDEMOS DESBORDADOS POR LOS "R.O.C.E.": Cartagena (Colombia) 2017


El Congreso de Cartagena 2017 acabó desbordándose. En ese sentido, mejor que otros. Pero para empezar hay que reconocer, y hacer auto-crítica, que desde los países latinos no fuimos capaces de organizarlo bien y a tiempo. Por eso hay que agradecer a ARNA que se haya lanzado a plantearlo y llevarlo a cabo, con la U. Nacional de Bogotá y otras universidades. Hubiera sido un Congreso convencional, si no se hubiese desbordado tan creativamente.

Pero el acto emotivo fundamental fue cuando resonaron las palmas en todos los corazones de la sala. Tras la exposición de las compañeras sobre lo que la "red de las mesas del rincón latino" habíamos construido, el moderador californiano preguntó: ¿Quién dice algo? ¿Alguna pregunta? Muchos empezamos a golpear con la palma de la mano en el corazón, y se formó una cadena humana paseándonos en círculo, rodeando toda la sala, invitando en una lengua universal a todas y todos a hacer y comprender por encima de culturas y fronteras. Resonaba el silencio de la palabra y sobresalía el gesto y el sonido hueco de los cuerpos, hasta que todo fue un círculo. Y en el círculo se nombró la Red, se aplaudió, y siguió la palabra. 







martes, 22 de agosto de 2017

Metodologías ¿Para qué? ¿Para quién? 2/2

Tomás R. Villasante
Profesor Emérito de la Universidad Complutense y miembro del CIMAS

SEIS ELEMENTOS Y DISTINCIONES METODOLÓGICAS

Más allá de las metodologías de las ciencias sociales de tipo cuantitativo y cualitativo, se justifican en este caso las metodologías participativas. Tanto para la formación por la acción, como por los beneficios saludables que se pueden hacer llegar directamente a las comunidades objeto de este planteamiento. Los diagnósticos de tipo numérico con datos demográficos o epidemiológicos son una buena base de referencia, y tambiénaquellos diagnósticos basados en entrevistas abiertas, la observación participante, o grupos de discusión, pero no siempre se articulan para pasar a ser elementos operativos de la planificación y la acción participativa. En este caso nos proponemos que los diagnósticos sean ya en sí participativos y que se articulen en el mismo proceso con la acción saludable quee espera construir colectivamente.

De todas formas hay muchas variaciones entre unas metodologías participativas y otras, y aquí brevemente queremos aclarar por cual de ellas nos inclinamos. No basta la buena voluntad de querer hacer participadamente con la comunidad los programas, pues hay que saber hacerlo conociendo las contradicciones de las que partimos. La gente no quiere participar porque simplemente se la invite a ello. Además hay muchas solicitudes a participar en los aspectos más variados de la vida social, y pocos son los que consiguen que la gente del común les preste atención.

Por otro lado la participación social no es sólo que acuda mucha gente a un acto por algún motivo especial, sino que se trata de un proceso que se dilata en el tiempo y conecta con las necesidades locales, y que se detiene en deliberaciones y tomas de decisión colectivas, y no simplemente en aplaudir a unas u otras opciones que se le presentan.

Por esto vamos a presentar algunas distinciones que pretendemos resolver con nuestra metodología, y que la hacen diferente de otras habituales en los programas de cooperación social, de apoyo a comunidades, de salud comunitaria, etc. Metodologías como la planificación estratégica, el marco lógico, etc., han sido tenidas en cuenta aquí, pero sólo como un referente o primer paso que en muchas ocasiones se queda un poco superficial, por no responder a las preguntas más de fondo que la experiencia nos ha venido mostrando que deben hacerse.

¿Cómo combatir determinados prejuicios que los investigadores y planificadores tenemos antes de iniciar un proceso? ¿Cómo ir más allá de las redes de asociaciones e instituciones formales, para llegar a sectores importantes de la población no organizada? ¿Cómo devolver los diagnósticos para que no se queden en intercambio de información, y pasen a ser elementos de creatividad social, y de nuevas líneas superadoras?.¿Cómo organizarse en redes participativas? ¿Cómo seguir los desbordes e imprevistos, conjugando indicadores y monitoreo?

1. Antes de meternos en los procesos en sí, abiertos a las comunidades con que se vaya a trabajar, hay que hacer un trabajo inicial de negociación y aclaración de los objetivos más explícitos y de las formas de superación de los prejuicios que nos van a marcar todo el proceso. Los condicionantes iniciales de cualquier proceso no están tan sólo en las evidencias de tipo geográfico, histórico, demografía, economía, etc. Están en los actores que van a protagonizar las preguntas, los síntomas a qué responder, los objetivos, los planes de trabajo, y los medios disponibles. Las frases genéricas con que se suelen describir los problemas y los objetivos suelen encubrir una serie de conflictos no explícitos, que pueden ir minando el proceso si no se saben cuidar y tratar. No es que haya que hacer terapias en profundidad antes de empezar cualquier proceso participativo, pero tampoco ser ingenuos pensando que todos los partícipes quieren lo mismo por haber escrito un documento nicial en común.
En las metodologías participativas proponemos un primer paso metodológico sobre la autocrítica de lo que venimos haciendo, desde los distintos intereses en juego. El hacernos conscientes, aunque siempre esto es relativo y con distintos grados de profundidad, de los puntos de partida de cada participante creemos que es una buena forma de rebajar los idealismos y ajustarnos lo máximo posible a las realidades con las que hemos de trabajar. Diversas técnicas grupales deberán acompañarnos para dejar lo más claro posible la delimitación de los problemas, las preguntas iniciales, los objetivos generales, el plan de trabajo. Tanto desde el punto de vista del encargo y la institución que lo hace, como desde los técnicos implicados, y de los potenciales beneficiarios del programa. Por nuestra parte aportamos lo que llamamos “estilos transductivos” o de “creatividad social”, es decir, dispositivos que permitan moverse en situaciones de cierta indeterminación, a partir de algún “analizador histórico” local con capacidad de elegir algún camino colectivo y creativo viable.

2. Otra distinción que proponemos, con respecto a las formas habituales de la llamada participación ciudadana, es no quedarnos en el llamamiento a las asociaciones o entidades que pudieran estar o sentirse afectadas por el tema de los objetivos. En nuestras sociedades la parte organizada de la población es una minoría significativa, pero no deja de ser una minoría. Y el grado de representatividad no es fácil de determinar, e incluso no nos parece interesante entrar en esos debates de legitimidad de unos contra otros, pues al final sólo acaban por salir aún más divisiones dentro de la comunidad considerada. Nos parece muy importante abrirnos en nuestras metodologías a la gente no organizada en sus diversos sectores y redes de convivencia cotidiana, para poder llegar al grueso de la población. Por tanto no hacer llamamientos a participar en nuestros locales o propósitos, sino más bien acercarnos a preguntar directamente a la gente donde está, en sus lugares de relación y convivencia. Para ello será preciso hacer unos mapas de relaciones o de redes sociales, del tipo de socio-gramas, etc., que nos permitan saber de los “conjuntos de acción” que están presentes en cada situación concreta.No sólo esto nos permitirá un primer acercamiento a cada caso, sino también servirá para detallar una muestra relacional de las “posiciones discursivas” que interesan para un trabajo de campo sistemático. Es decir, que podamos recorrer, hasta “saturar la muestra”, los diferentes sectores sociales y saber cuáles son sus posiciones y estrategias vitales de cara a la problemática señalada. No esperar a que vengan a nosotros, sino ir a conocer las contradicciones en que viven y se muestran los intereses en juego, tanto los afines como los opuestos, tanto los diferentes como los indiferentes. Talleres, grupos de discusión, entrevistas, reuniones formales e informales, conversaciones y documentación de todo loque interesa al proyecto.

3. En otras formas participativas se suele hacer “devoluciones” a la población de la información recogida, de los diagnósticos por ejemplo, por razones de ética y de difusión de los mismos. Esto es positivo sobre todo para que no se queden los trabajos en el conocimiento sólo de unas pocas personas, como a menudo suele suceder. Pero no nos parece suficiente, y pensamos que se puede ofrecer unas formas de “devolución” que son más interesantes, y por eso les llamamos “creativas”. No se le puede devolver a la gente toda la información como un documento pesado y difícil de entender para una mayoría, y tampoco nos parece conveniente hacer una reducción con una interpretación simplificada sólo por nuestra parte. Proponemos que se puedan devolver colectivamente algunas frases sustanciales, después de un trabajo de interpretación técnica, pero que no reduzcan el espectro de interpretaciones sino que lo amplíen, que permitan un nuevo debate entre la población sobre ¿por qué dijimos lo que dijimos? Y así poder ver lo que hay de emergente, más allá de las frases tópicas y los dilemas dominantes. Lo que pretendemos es presentar un análisis abierto, en juegos de frases con posiciones contrarias y contradictorias, del tipo de los “tetralemas”, para que los grupos y colectivos puedan reconstruir los diagnósticos por sí mismos. De forma que se pueda profundizar en cada sub-tema generado, y ser creativos socialmente, no quedando en los dilemas habituales (muchas veces cerrados y maniqueos). Además se trata de establecer relaciones causales entre las posiciones prioritarias, cómo influyen unas en las otras, y quiénes pueden resolver cada uno de los “nudos críticos” que se van estableciendo. En los “flujogramas” se pueden entrecruzar las lógicas recursivas de causas y efectos, de tal manera que podamos priorizar colectivamente cuáles son los aspectos sustanciales que deben ser atendidos por su efecto multiplicador. De esta manera esperamos que los auto-diagnósticos sean más participativos y realistas, pero también que al mismo tiempo se esté construyendo un “sujeto colectivo” más allá de las diferencias iniciales de los actores de cualquier proceso social.

4. La planificación de procesos participativos nos lleva de un diagnóstico inicial a la redacción de un Plan que pretenda ser operativo. A estos efectos se suelen construir mesas temáticas en los Planes estratégicos para ir construyendo propuestas para cada uno de los sub-temas que el diagnóstico haya detectado. Esto parece necesario para poder profundizar en las complejidades de cada asunto, donde los aspectos técnicos se suelen complicar en cuestiones jurídicas, presupuestarias, etc., pero el peligro de este modo de proceder es tecnocratizar todo el proceso.

Es decir, que a esas mesas, dado su carácter de especialización acudan prioritariamente expertos, y el lenguaje y contenido no sea apropiado para la participación de sectores populares. Por eso, aun manteniendo su necesidad, será bueno dotarse de metodologías para continuar, y aun intensificar, la participación de las bases sociales. Otro problema que se suele dar es la sectorialización y no coordinación entre unos programas y otros, compitiendo incluso, más que llegar a una integración en un proceso realmente unitario.
Nuestra propuesta es construir participadamente una Idea-Fuerza con sectores amplios de la población en cada caso, de tal forma que podamos superar tanto aspectos sectoriales como tecnocráticos. Es decir, una idea capaz de movilizar emotivamente en pro de algún objetivo central del proceso, capaz de aglutinar a sectores significativos de los mapas de relaciones, de los conjuntos de acción. Objetivo que sería durante un año, por ejemplo, eje de una campaña que aunara los distintos aspectos sectoriales que se están trabajando en las mesas especializadas. La coordinación, por lo mismo, no sería tanto una reunión de representantes de los distintos sectores, sino movilizarse en cada aspecto específico junto con las actividades unitarias de la idea-fuerza aglutina-
dora. Es la idea y la tarea quien coordina más que las reuniones, que en todo caso sirven para acoplar cada trabajo especial a la marcha general integrada.

5. Para estas tareas hace falta una organización operativa y democrática que sea capaz de responder localmente a los retos planteados. No es frecuente que exista este tipo de organización, sino más bien algunos órganos del poder local o sectorial de tipo consultivo y generalmente un poco atrofiados en su funcionamiento. La cuestión no es cambiar un organigrama por otro, en debates internos en las administraciones, sino que debemos tomar previamente nota del socio-grama que haya salido del auto-diagnóstico y actualizarlo, para ver cómo se pueden organizar “ad hoc” los conjuntos de acción en mesas de trabajo, reuniones de taller o de centro o de barrio, asambleas, etc. Es una tarea de auto-organización, entre lo ya existente y los nuevos grupos de forma que las redes de iniciativas puedan articularse entre sí operativamente. Nadie sobra, salvo quienes se planteen como antagónicos con el proceso y se autoexcluyan.

La metodología apunta a una construcción democrático-participativa de abajo hacia arriba, tanto en los aspectos internos del propio proceso, como en las relaciones de tipo externo hacia las administraciones, las empresas y los medios de comunicación social. A veces se plantean metodologías participativas pero se dejan las estructuras de toma de decisiones tal como venían siendo, jerarquizadas, y en ese sentido nosotros planteamos que debe haber una adecuación mejor entre democracia representativa y la democracia participativa. Se trata de avanzar en esquemas y prácticas de cogestión, en las que los políticos tienen su papel de representantes de lo público estatal, las redes de iniciativas su papel de promotoras de ideas y programas, y los técnicos su papel de ajustadores de la viabilidad y operatividad de estas iniciativas. O sea, articular estrategias convergentes que permitan la integralidad de los procesos.

6. Por último en las metodologías debe haber un sistema de seguimiento con unos indicadores de evaluación del proceso, para ver cómo se va ejecutando cada una de las partes propuestas, y para prever cómo se puede mejorar ante cada imprevisto. En no pocos casos los indicadores tratan de comprobar el grado de ejecución de lo previsto, y no tanto las justificaciones de las rectificaciones necesarias. Es una concepción del Plan muy rígida que no tiene previsto que en todo plan siempre hay muchas anomalías que son propias del contexto, y que éste no ha podido contemplar. Para hacer un buen Plan nos parece que lo mejor es partir de la concepción de que siempre va a tener que ser rectificado, que es más un eje de referencia, para ver cuánto nos desviamos y por qué, que una guía que debe seguirse al pie de la letra. Lo que el Plan tiene que tener previsto es el mecanismo de retroalimentación y los principios que deben orientar los cambios que se hagan necesarios.
La idea de ser desbordados “reversivamente” nos parece muy positiva, pues es un índice de que la población y sus iniciativas quieren ir más lejos que lo que habíamos planteado. Es un elemento de aprendizaje para los propios promotores, y esto es una de las mejores señales de que el Plan va por buen camino (si no aprendemos nada nuevo con la ejecución seguramente es que algo está fallando, pues la realidad siempre es más compleja que lo planeado). El desborde “reversivo” de la población significa que están adoptando un papel protagonista, y no sólo seguidista, pues toman iniciativas propias, en el sentido de querer ser más consecuentes aún. Saber estar a la altura de cada proceso es un arte, sobre todo cuando no repite lo previsto, y por eso un buen indicador es que los mapas de relaciones se vayan complejizando, y que los nudos críticos sean cada vez más profundos, más estructurales.

Hemos destacado seis pasos metodológicos participativos, subrayando más los aspectos problemáticos que los convencionales. Esto es para no dar idea de que lo que vamos a realizar está todo calculado con precisión y no lo vamos a alterar, sino todo lo contrario. Es decir, que de acuerdo con las circunstancias que se vayan presentando y de acuerdo con los principios enunciados, vamos a poder discutir y justificar con las contrapartes del proceso cada cambio que se haga necesario. La cogestión del proceso debe incluir desde un primer momento a las administraciones que lo encargan, a los equipos técnicos que lo realizan y a la población afectada de alguna manera. Para que se pueda decir que sea un proceso participativo desde el primer momento.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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VILLASANTE, Tomás R. Desbordes creativos. Estilos y estrategias para latransformación social. Madrid: La Catarata, 2006.

lunes, 7 de agosto de 2017

El Núcleo Sentipensante de Metodologías Participativas (Chile)



El Núcleo Sentipensante de Metodologías Participativas invita a un diálogo con el sociólogo Tomás Rodríguez Villasante y  M. Dolores (Loli) Hernández, sobre las posibilidades, tensiones y desafíos de las Metodologías Participativas en la Academia.











sábado, 5 de agosto de 2017

Metodologías ¿Para qué? ¿Para quién? (1 de 2)

Tomás R. Villasante
Profesor Emérito de la Universidad Complutense y miembro del CIMAS

En la formación y en las propias investigaciones no se suelen considerar estas preguntas de forma explícita y auto-crítica. Y sin embargo nos parecen a algunos que son fundamentales para encuadrar cualquier investigación o cualquier proceso social. El que haya una pretensión de “objetividad” al margen de los actores involucrados en los procesos sociales considerados ¿es posible? El que haya una pretensión de descripción e interpretación al margen de las intencionalidades de las recomendaciones para la acción ¿es posible? En las universidades muchas veces se plantean las investigaciones como si no influyese el promotor (económico, administrativo, etc.) de la misma, como si no influyesen los prejuicios de los propios técnicos en los diseños y en las interpretaciones, y como si con cualquier población diese lo mismo aplicar la metodología, pues se da por supuesto (en la mayoría de los casos) que las poblaciones no tienen sus propias estrategias para dar o no información. Pero para un análisis fino de nuestras propias investigaciones conviene hacerse estas preguntas.
 Tanto en investigaciones de tipo cuantitativo, como en las de tipo cuaitativo, hay unos poderes de decisión que no se discuten. Suelen estar implícitos, y se da por hecho que las cosas deben ser así, sin apenas darnos cuenta de las influencias y sesgos que están causando, precisamente por no hacerlos explícitos. No hay ninguna posibilidad de una investigación neutral, desapasionada, e incluso esto nos parece anticientífico. En todo tipo de ciencias existe la pasión por el conocimiento, y las hipótesis más o menos arriesgadas, etc., son necesarias. Lo que hace científicas sus apuestas es la justificación metodológica para su comprobación, y las deducciones, inducciones, y transducciones que se producen y de las que hay que ser conscientes. Lo peor que nos puede pasar es no ser conscientes de los peligros que encierra no hacerse estas preguntas previas.


Quien se hace las preguntas epistemológicas básicas, ¿para quién?, ¿para qué es todo este proceso?, puede ser consciente de dónde se mete, y puede prever las formas de contrarrestar los efectos potencialmente perjudiciales. Para alcanzar un grado mayor de “objetivización” colocará controles y métodos que le acerquen a una realidad lo más operativa posible. Por eso valoramos mucho las metodologías participativas, porque parten de tener en cuenta a los diferentes actores sociales que tienen intereses en los procesos de investigación o de intervención.
Porque antes de plantearse técnicas de tipo cualitativo o cuantitativo, se planean los problemas previos: ¿quién manda aquí? ¿Cómo se pueden contrarrestar los efectos negativos de los intereses en juego? No es sólo una cuestión de ética o de ideología, es una cuestión metodológica básica la que planteamos.

A) Siempre hay un promotor, un cliente, un empresario, una universidad, una ONG, etc. que es quien marca unos tiempos y unos recursos en los que se encuadra un proceso. Y por ejemplo, una
tesis tiene también un para quién y un para qué, aún cuando parezca que es un producto que el/la director/a de tesis y persona que la realiza la pueden hacer con cierta autonomía. Es para obtener un grado en la academia, pero no solo. Hay unos tiempos que se pueden vincular a una plaza futura de profesor, hay un tema que puede interesar o no a la “comunidad” de profesores que la juzgarán, hay unos objetivos de prestigio de las personas que intervienen, hay una potencial utilidad del diagnóstico y de posibles propuestas que contenga, las personas estudiadas pueden sentirse usadas o no, pero sobre todo lo que se juega es el prestigio académico.

Por eso una tesis es muy distinta de un informe para un Ayuntamiento, o de un trabajo para impulsar una empresa (y depende de qué tipo de emprendimiento se trate), y muy distinto de una estrategia de un movimiento social, por ejemplo. No es tanto que “quién paga manda”, pues aunque hay algo de verdad en esto, siempre hay un margen de maniobra, y estos procesos no son tan mecánicos, como que el jefe, el profesor, o el dirigente político, vayan a decidir lo que se pone en el informe. Pero cuando menos sí que se ve afectado el tiempo de dedicación, que es una cuestión esencial. ¿De qué vive el investigador mientras dura la investigación?¿Cómo marca esto de forma más o menos consciente todo el proceso? Estos son condicionantes que se han de poner a debate y que se han de tener en cuenta, pues no es lo mismo hacer un informe rápido porque hay alguna urgencia que atender, que disponer de financiación para hacer una investigación de varios años.

En el tema de los promotores de una investigación siempre hay una contradicción que resolver entre quién “representa” y quién “sabe”. Un político electo para un cargo, por ejemplo, nos puede representar y manejar un presupuesto económico para dar becas o para encargar un proyecto, pero no tiene porqué saber del tema. Incluso un catedrático puede tener interés en un tema concreto, pero quien acaba por profundizar en él es quien puede dedicarle meses y años a conocerlo a fondo.

El saber es lo que hay que construir en los procesos, y el equilibrio entre quien manda por su jerarquía y quien sabe por el tiempo y dedicación, no es fácil de establecer. La llamada “comunidad científica” no es un todo objetivo, sino una suerte de tendencias en disputa, por lo que quien promueve una investigación puede estar apoyando unas u otras tendencias de “poder” y de “saber”.

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B) Tampoco los/las profesionales, técnicos o experta/os, somos neutrales en nuestros enfoques. Hay varias razones para entender que sin querer podemos estar manejando sesgos en nuestras investigaciones. Por un lado se trata de que nos han enseñado en las universidades a aparentar un conocimiento objetivo sacado de los libros de texto que han servido para nuestros exámenes. Y hemos aprendido que somos más que las otras personas que no pasaron esos exámenes.

Pero la mayoría de nuestro saber suele ser de los libros, que no está mal, pero es claramente insuficiente. Y para afirmar nuestra profesionalidad solemos usar esos términos “científicos” y buscar distinguirnos con afirmaciones rotundas, aunque no estén muy contrastadas con el caso concreto. No nos han enseñado que debemos aprender del saber local de la gente, y una cierta humildad científica, para poder construir conocimientos más verdaderos.

Además, en ciencias sociales la “materia prima” con la que trabajamos son las propias personas y sus relaciones. Es decir, que obligatoriamente debemos partir de lo que dicen y hacen las personas en sus redes cotidianas, y este es un campo muy difícil de objetivar. Porque nosotros también somos personas y establecemos unas relaciones para la comunicación, con lo que los procesos de investigación nunca se pueden separar del resto de las relaciones, es como mirarnos desde dentro (nunca podemos salirnos fuera de las redes sociales, de la sociedad). Esta implicación añade una dificultad a las pretensiones científicas de nuestro conocimiento. Nuestra ciencia tiene que partir de la relatividad de nuestro conocimiento, pero precisa del rigor para orientar el conocimiento de las comunidades y de los grupos implicados.
Por eso los profesionales podemos saber una serie de preguntas que hacernos, y ver que hay otras preguntas interesantes que surgen de los dolores de las personas. Pero las respuestas hemos de construirlas con las personas afectadas, implicadas, desde “sus verdades”, no desde las nuestras. Esto parece una contradicción, pero no lo es si vemos que se trata de un proceso de cierta duración. En el proceso de construcción de la acción y del conocimiento podemos intervenir todos, desde las diferentes posiciones, pero el papel del profesional debe ser sobre todo tener rigor en la metodología. Las preguntas no pueden ser sólo las que están en los libros, las respuestas (que deben ser concretas en cada caso) mucho menos, deben estar abiertas a lo que pida cada situación. Pero para poder llegar a las más acertadas lo que tiene que tener rigor son los pasos a dar, y en esto sí debemos ayudar, pidiendo a las personas que respeten la construcción colectiva y operativa para poder dar resultados satisfactorios a la comunidad.

C) La gente no tiene la razón sin más, y tampoco la gente es una ignorante sin más. Estas afirmaciones nos deslegitiman más a los profesionales que a la propia gente. Para empezar hay muchos tipos de personas, y no es lo mismo quien es un dirigente organizado, que un
grupo de amigos comentando en un bar, o que un grupo de señoras comentando en un parque. Los dirigentes a veces tratan de dar razones que copian de los políticos o de los técnicos, con lo cual se suelen quedar a medio camino de las aportaciones que de verdad podrían hacer a un proceso. Ni suelen ser tan “representativos” como los que recibieron miles de votos, ni pueden dedicarle tanto tiempo y conocimiento como los que están pagados para ello. Sin embargo su papel lo consideramos imprescindible, pues por su dedicación voluntaria saben mostrar los dolores y síntomas de los que partir.

Y esto es muy importante, pues un error de enfoque al principio condiciona toda la investigación. Para el médico es imprescindible que el paciente diga dónde cree que está el dolor que motiva la visita, y que muestre disposición a cambiar la situación. Para las ciencias sociales hay que detectar dónde están los conflictos y saber quiénes son los que están dispuestos a propiciar un cambio. Todos usamos “dobles lenguajes” cuando empezamos un proceso, damos una opinión pero aún no decimos todo lo que llevamos dentro. Incluso porque no sabemos formularlo, o porque lo nombramos de una forma que creemos que todos entienden como nosotros (pero que en realidad cada cual le da una interpretación bien distinta). Algunos dirigentes y algunos voluntarios pueden hacer de interlocutores iniciales, pueden abrir caminos al proceso.

Pero lo más importante es poder llegar a los lenguajes y posturas de los sectores de la población no organizados (que suelen ser cerca del 90%). La confusión de lo que acostumbran decir según las situaciones creadas, suele llevar a engaño de los profesionales y de los políticos, y aún de algunos dirigentes. No bastan técnicas simples de recoger los primeros datos u opiniones si queremos un conocimiento complejo que permita que la transformación de la situación sea real. Para llegar a las posturas y estrategias de estos sectores hace falta un proceso bien diseñado y una cierta experiencia en saber escuchar más allá de lo primero que se dice.

La gente enuncia verdades más triviales o más de peso en función de lo que interpreta de nuestras preguntas. También se preguntan ¿para qué y para quién? de lo que estamos haciendo.

¿PARA QUÉ ESTAS INVESTIGACIONES?

Por estas razones no hacemos cualquier tipo de investigación si queremos ir más allá de las verdades superficiales o triviales, si queremos llegar a diagnósticos capaces de servir para transformar las situaciones problemáticas. Si habitualmente se suele ir a un estudio cuantitativo primero, por la generalidad de los números; y luego se intenta profundizar con un estudio cualitativo, sólo se dejan los aspectos participativos para el final, si es que queda tiempo y ganas. Nosotros lo hacemos al revés: primero planteamos la parte participativa, porque nos da el contexto de las verdaderas preguntas ¿para qué? y ¿para quién?, desde ahí enfocamos todas las técnicas necesarias del proceso. Solemos continuar con profundizaciones cualitativas, para abrirnos a razones más profundas que la gente tiene aunque no se atreva o sepa decirlas. Y luego, si es necesario cuantificar esas posiciones, ya se puede aplicar una encuesta, saber porcentajes, etc.

No nos basta una descripción o interpretación sólo con algunos datos que siempre juzga el profesional. Hacemos “devoluciones creativas” dentro del proceso para que la propia gente implicada sea quien establezca las distinciones, sepa separar las opiniones dominantes (las de la mayoría), de otras emergentes (que pueden ser de minorías, pero capaces de abrir caminos a nuevas mayorías). Lo veremos más adelante, pero esto es muy distinto de que los profesionales se erijan en jueces de la interpretación de los datos o de los relatos. Tenemos experiencia de que la gente encuentra sus propias razones mucho más profundas que quienes les miran aparentemente desde fuera. Y siendo protagonistas de sus propios diagnósticos, aunque los profesionales hayan preparado la metodología, la gente entonces orienta de forma más operativamente el conocimiento.


Estas formas de construcción del conocimiento llevan también a la construcción de la acción.

. A la gente no le interesa tanto una tesis doctoral como resolver sus dolores, aunque no tiene porqué ser incompatibles ambas cosas. Cuando la gente participa en las preguntas iniciales, en dar las opiniones cruzadas y contrapuestas, en las devoluciones y análisis de conjunto, y en una perspectiva de acción, entonces la gente toma posiciones de muy distinta manera que en un censo o en una encuesta, o incluso en una entrevista abierta. Si lo que está en juego es sacar algo productivo, entonces lo operativo de la investigación construye verdades más eficientes. Aparecen posibles alianzas o conjuntos de acción, se encaminan hacia “buenas practicas”, y en suma redundan también en un mayor prestigio del profesional que está al servicio del proceso. No es sólo beneficio para la comunidad, es también beneficio para el conocimiento y para los profesionales.