jueves, 23 de febrero de 2017

El debate sobre el buen vivir y los problemas-caminos para medir los avances en la calidad de vida y la sustentabilidad (1 de 4)


Se debaten con mucha frecuencia cuáles serán los mejores caminos para con-cretar si estamos avanzando hacia sistemas alternativos de vida o si seguimos en estos sistemas cuyos indicadores pronostican mayores cuotas de desigual-dad, de despilfarro o de unos recursos que se agotan. El presente artículo pretende avanzar más allá de los debates de unos principios filosóficos enfrenta dos, polarizados, que todo lo fíen a lo bueno o lo malo, sin los matices que toda situación compleja nos plantea.

En la actual fase del capitalismo, tanto el neoliberalismo como los neokey-nesianismos que no rompen con la estructura básica de la financiarización y la especulación de los capitales globales nos dejan claro lo que no sirve ya para la humanidad. No creo que se tenga que seguir argumentando que la especulación financiera e inmobiliaria, por ejemplo, sean caminos para resol-
ver los problemas que nos han creado. Es posible que no sepamos bien a dónde debemos ir colectivamente, y este es el punto de partida del debate que proponemos, pero sí sabemos bien en qué aspectos ya no nos pueden engañar.2

Tomás R.Villasante, CIMAS

Johan Galtung, José Manuel Naredo,3 entre otros autores, van más allá en sus análisis de la división de posiciones entre el Mercado del Capital y la Administración del Estado. Superan el debate de si quien debe consumir es el Estado para redistribuir el excedente, o si se deja el excedente en manos de las fuerzas económicas dominantes. Lo que plantean es que hay una pirámide en cuya cumbre está la financiarización por encima de los demás elementos de poder de producción, de consumo o de regulación. Una financiarización que está construyendo unos poderes globales, sobre la base de
la especulación con un dinero artificialmente creado, que entra en contradicción con la propia producción real y hasta con el consumo de la mayoría de la población del mundo. Las mediciones en términos financieros o monetarios ofrecen una descripción de la realidad muy diferente que si recurrimos a mediciones en términos de producción real física, o en términos de puestos de trabajo y de consumos de productos básicos. En la parte inferior de lapirámide hay otros aspectos que ni siquiera se pueden medir en términos económicos convencionales, como las labores que se realizan en el ámbito doméstico o la ayuda que se ofrece voluntariamente a las comunidades, la productividad de los pro-comunes o de los ecosistemas naturales.
Este esquema piramidal también es referido por textos de pensadores de raíz indígena4
que contraponen los movimientos del sumak kawsay o del suma qamaña en las zonas andinas. Hacen una crítica del capitalismo y las formas de vida y consumo que introducen en las comunidades tradicionales, pero también del “socialismo” entendido como una presencia del Estado modernizador” que les quiere sacar de sus formas de convivencia y meterles en la lógica de desarrollo occidentalizado. En estos casos la crítica a las formas de medir no solo se extiende a los indicadores de consumo del mercado, sino también a los indicadores de educación o de las infraestructuras que no respetan sus formas de conocimiento o de habitar los espacios, y por tanto al Estado que las promueve. (Veáse ilustración «Luchas de laPirámide y los Manglares» en página siguiente).



En este esquema, aparte de la pirámide dominante citada (que se basa en clientelismos y explotaciones, rivalidades, miedos, patriarcados y fetichismos), aparecen desde abajo los “manglares” de las construcciones alternativas. Movimientos del “buen vivir” y “ayuda mutua”
con sus cargas de “creatividad social”, que se mueven entre sus productividades (monetarizadas) y las actividades no monetarias (pero insustituibles para la reproducción social). Estas economías populares y solidarias son muy diversas y no están exentas de las contradicciones ya señaladas que aprovecha la misma pirámide dominante. Pero he querido señalar también la tensión hacia otras formas de articulación solidaria que interesaría conocer mejor, y tal vez medir, para distinguir dentro de los movimientos emergentes los sentidos alternativos que realmente se están construyendo (banca ética, mercados justos, trabajos cooperativos, onsumos responsables, servicios participados, o tecnologías apropiadas).
La imagen de los “manglares emergentes” parece adecuada si se piensa que surgen desde la tierra-lodos que no se ven (no se contabilizan), mantienen una gran vida vegetal y animal bajo el agua y en la parte aérea, y además son vistos por los turistas como fenómenos exóticos (muchas veces sin percibir que son la cuna de la vida). Crecen por sí mismos si nadie los destroza, aún con las contradicciones que tienen internamente, y en ese sentido pueden ser una metáfora útil de la labor de los movimientos populares que surgen entre los humanos. Sus raíces están en la propia naturaleza de los ecosistemas, en los procomunes biodiversos y en evolución, con sus catástrofes y depredaciones incluidas, pues no conviene idealizar ni a la naturaleza biológica ni a los movimientos pro-comunes. Cabe ponderar y hasta medir estos procesos pero desde sus propias lógicas, tal como queremos sugerir.

Dentro de estas luchas conviene distinguir entre las propuestas alternativas que se vienen debatiendo, aunque sea con conceptos no muy precisos o contradictorios, como es el caso del desarrollo sostenible, de las alternativas al desarrollo, del ecosocialismo, del decrecimiento, del convivencialismo, del suma kawsay o buen vivir, del swaraj o autogobierno gandhiano, etc. En muchos de estos debates, frente a sistemas tan burdos de medidas como el PIB o la renta per cápita, se contraponen principios de la ideología correspondiente, pero no sistemas de medición o índices que puedan dejar en evidencia las diferencias patentes con el actual modelo de especulación financiera o de destrucción de ecosistemas. Por los resultados del PIB o de la renta per cápita ya podemos establecer que solo abarcan una parte muy pequeña de los intereses generales de la gente e, incluso, que van en contra de muchas de las necesidades más sentidas. Si tenemos en cuenta que una guerra puede aumentar el PIB, igual que puede hacerlo la producción de un desastre ecológico, es fácil ver las contradicciones en las que nos sumerge esta forma de medir el progreso. No siempre se ha tratado de tener más de todo, muchas sociedades se han regido por buscar “lo mejor” antes que “lo más”, la calidad (de vida) antes que la cantidad (nivel de vida).
Algunos indicadores internacionales tratan de mezclar los índices tradicionales y otros menos economicistas, como el caso del Índice de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD, insirado en las definiciones de desarrollo de Amartya Sen.5 Pero si se comparan los resultados por países de este índice y el del PIB per cápita se puede comprobar sospechosas coincidencias, lo que da que el PIB siga mandando a pesar de sus contradicciones. Por ejemplo, los países de Oriente Medio están muy por delante de los latinoamericanos. Pero si este índice se corrige con el factor de desigualdad interna, entonces solo los países europeos destacan, y caen países como Canadá, EEUU, Israel o Corea de Sur, y mucho más caen los países de Oriente Medio. Todo depende de los criterios que se apliquen a la priorización de unos aspectos sobre otros en las mediciones, y que dependen de intereses y de elementos culturales. En esta línea suelen estar los que tratan de medir la pobreza, o los indicadores de “barrios vulnerables”.


En otros casos directamente se desmarcan hacia el “Índice de Felicidad Bruta” en Bután, y en general quienes rechazan los índices macroeconómicos convencionales. Es el caso del Índice de Planeta Feliz, de la New Economics Foundation,6 que prioriza medir la expectativa de vida, la percepción subjetiva de felicidad y la huella ecológica. Según este índice, ocupan los primeros lugares los países del Caribe (Colombia, Costa Rica o Cuba), muy por encima de EEUU y Rusia, en la franja inferior se sitúan los países centroafricanos. En algunos casos, como suele ser la tendencia de bastantes de los inspiradores indigenistas del buen vivir, lo que se plantea es si tiene sentido medir elementos tan subjetivos y vivenciales, que se escapan necesariamente de parámetros objetivos. Entremos en estas cuestiones previas y luego veamos cómo se pueden realizar mediciones que resulten eficientes para las comunidades respectivas.

Por un lado, tratar de medir de forma universal con los mismos parámetros solo sirve para comparar situaciones que tenga sentido que puedan competir entre sí. Tanto si es en felicidad o en producción, etc. Pero, ¿qué sentido tiene establecer estos rankings? ¿Para qué quiero saber si soy más feliz que el otro, o si tengo más zonas verdes o una mayor producción que los vecinos? Desde una lógica competitiva puede verse como un incentivo, pero desde una lógica de mejor convivencia no tiene mucho sentido. Será más lógico pensar en términos locales y procesuales. O sea, si dadas mis condiciones locales de partida he mejorado en estos años o al revés, he retrocedido sobre mis propios valores de referencia, y no tanto comparar con los valores de otras comunidades o situaciones diferentes. De igual modo, cuando se hayan superado determinados índices, habrá que irlos cambiando para ajustarlos a las necesidades de cada momento y lugar.


1 Actualmente es asesor en el Proyecto «Elementos que motivan la participación social», Programa ACOR-DES, Universidad de Cuenca (Ecuador), financiado por el Programa Prometeo de la SENESCYT.
2 En este texto no voy a argumentar este postulado, dándolo por un punto de partida, pues en otros textoscreo que ya se documenta suficientemente en T. R. Villasante, Redes de vida desbordantes. Fundamentospara el cambio desde la vida cotidiana, Los Libros de La Catarata, Madrid, 2014.
3 J. Galtung, Hay alternativas, Tecnos, Madrid, 1984; J. M. Naredo, Economía, poder y política. Crisis y cambio de paradigma, Díaz&Pons, Madrid, 2013.de relaciones ecosociales y cambio global
4 A. Oviedo, Qué es el sumakawsay. Vitalismo andino: cosmocimiento de la vida, Garza azul y Sumak editores, La Paz, 2012; E. Gudynas, O. Álvarez Medina, Bifurcación del buen vivir y el sumak kawsay, Ediciones Sumak, Quito, 2014.
5 A. Sen, Nuevo examen de la desigualdad, Alianza Editorial, Madrid, 2004.