El debate de un caso concreto
El PYDLOS es un centro de investigación
en la Universidad de Cuenca (Ecuador) prestigioso por su implicación
en temas sociales (migraciones, apoyo a procesos municipales, etc.).
En los últimos años ha lanzado debates sobre el buen vivir y en la
actualidad apuesta por lograr mediciones que concreten estos aspectos
que venimos discutiendo. En principio, allí plantean cinco grandes
ejes a los que reducir la interminable lista de posibles necesidades
que se les ocurren a los investigadores de todo el mundo. Ejes que
tienen que ver con las cinco preguntas básicas del buen vivir que
rescatan de su propia práctica.
Entiendo que cuatro de ellas tienen que
ver con las cuatro interacciones básicas que ya hemos visto en otros
movimientos y autores. Y la quinta veremos que ya no tiene tanto
sentido, desde mi punto de vista, pues está contenida en las
anteriores cuestiones planteadas.
Incluso en un libro sobre “la (re)
creación del pensamiento del PYDLOS”27 se citan los cuatro
elementos de la concepción de ECUARUNARI como punto de partida para
el sumak kawsay: poder (ushay) o sea organización, hacer (ruray) o
sea economía, querer (munay) o sea, cuidado de la naturaleza, y
saber (yachay) o sea, conocimientos. Lo que se corresponde con
participación y democracia; con economía popular y solidaria; con
conservación territorial y ambiental; y con satisfacción cultural
respectivamente. El quinto, inclusión social y acceso a servicios,
está incluido en los anteriores según argumentare más adelante.
El eje de participación y democracia
puede recoger estudios muy variados en el mundo. ¿El que haya
referendos quiere decir que hay democracia directa? Recordemos que
tanto dictaduras como movimientos sociales han realizado referendo,
con sentidos muy distintos.
¿Los sistemas de partidos son índice
por sí mismos de democracia? Asistimos en todo el mundo a protestas
contra las partidocracias por muchos movimientos de indignados. ¿Cómo
y quién puede medir la confianza y la ética, la comunicación, la
libertad y equidad, etc.? No podemos partir de un solo modelo de lo
que sea la democracia y la participación.
Más bien cabe pensar en cada caso cómo
mejorar lo que cada localidad o país tiene según
su propia tradición y cultura
política. La propuesta en el caso de Ecuador, y del Cantón Cuenca,
es que se parta de la Declaración de Bogotá sobre Presupuestos
Participativos. Hay unas quince recomendaciones sobre lo que son las
experiencias latinoamericanas, después de haberlas llevado a la
práctica, desde hace 25 años en varias ciudades, y sabiendo ya los
puntos débiles de estos intentos de democracias participativas. En
temas de participación hay varias “escaleras de participación”
según los autores que hacemos el seguimiento de estos procesos. En
el CIMAS28 tenemos también una escalera que nos sirve de referencia.
Pueden servir también para este eje, pero siempre son preferibles
las experiencias de territorios semejantes que ya pasaron por estos
procesos. Y sobre todo, el debate en el Foro de la propia ciudad o
territorio para ajustar necesidades y criterios.
En el eje de Economía Popular y
Solidaria tampoco es fácil la formulación de criterios para la
medición y el seguimiento. ¿Cómo ponderar las condiciones de
empleo por cuenta ajena, de lo que significa el autoempleo, del
trabajo doméstico no retribuido, etc.? ¿Con qué criterios valorar
el sistema financiero en relación con la economía internacional y
con las necesidades locales? ¿Cómo valorar la planificación
participativa o no de los diferentes factores económicos? ¿Cuál
debe ser la relación entre el sector estatal, el privado, el social
y los bienes comunales, por ejemplo? ¿Qué se ha de medir en cada
caso? Se ha de partir de algún consenso para usar unos datos u
otros, pues hay datos económicos y laborales para todos los gustos.
La propuesta es basarse en los diversos
estudios latinoamericanos sobre economía popular y solidaria, que
tienen también una amplia experiencia práctica de éxitos y
fracasos. Desde el Foro Social Mundial de Porto Alegre venimos
discutiendo seis aspectos centrales y complementarios para las
economías populares, que parten de los estudios de Razeto, pero que
tienen en cuenta también estudios de Coraggio, Singer, Arruda, etc.
Evaluar en cada experiencia cuánto hay de finanzas solidarias y de
las especulativas; cuánto de comercio justo y de comercializaciones
discriminadoras; cuánto de trabajo cooperativo y de condiciones
laborales de explotación; cuánto de consumo responsable y de
distancia entre las rentas; cuánto de servicios básicos (salud,
educación, transporte) que sean participativos y cuántos servicios
ineficientes; cuánto de tecnologías adecuadas y apropiadas a las
comunidades y al ecosistema local. En conjunto debe aclararse en qué
medida se va articulando un sistema que apoya a una economía
alternativa, o por el contrario si los índices llevan a la
dependencia de la especulación económica internacional.
En el eje de la Conservación
Territorial y Ambiental, no solo está la gestión de los recursos
limitados de la naturaleza (fuentes de energía, agua, suelos y
flora, etc.) sino que hay que tener en cuenta la extracción de todo
tipo de minerales, y la construcción de viviendas e
infraestructuras, que afectan a los ecosistemas de forma muy notable.
Los procesos migratorios y su presión sobre los territorios son
cuestiones también ambientales y de la salud en su conjunto, por lo
que los planes han de tener en cuenta sus efectos sobre la
sustentabilidad actual y futura. Los criterios en este campo suelen
ser muy contrapuestos: lo que para unos son externalidades a corregir
(efectos colaterales de la extracción de minerales), para otros son
la fuente de la vida (el agua que riega la producción agraria, el
atractivo turístico o de calidad para la vecindad, e incluso lo
sagrado de la Pachamama).
La recomendación en este eje es usar
un estudio de la huella ecológica en alguna de sus varias
modalidades, de forma que se pueda evaluar las condiciones
territoriales de sustentabilidad. Este tipo de estudios se centran en
los consumos (tanto domésticos como industriales o públicos) y de
sus repercusiones en metros cuadrados que son necesarios para
mantener el modelo actual. El caso del Ecuador en su conjunto resulta
equilibrado aún, por las grandes extensiones de la zona oriental.
Pero en el caso de las ciudades o cabeceras cantonales cabe
establecer también su huella sobre el resto del territorio y se
podrá apreciar en qué aspectos hay déficits claros y en qué otros
aspectos cabe reducir el impacto. Los Estudios de Impacto Ambiental,
si es que están bien hechos, también pueden ayudar a precisar los
impactos posibles sobre el territorio y la salud del lugar y de las
personas.
En el Eje de la Satisfacción Cultural
la dificultad es aún mayor si cabe. ¿Cómo valorar los mitos o las
simbologías locales? ¿Se puede valorar el uso de los vestidos, los
idiomas, los ritos? ¿El disponer de instalaciones e infraestructuras
culturales supone que haya creatividad colectiva e iniciativas
sociales? ¿Cómo recoger la importancia de la memoria y de los
patrimonios materiales e inmateriales de cada lugar, las artesanías,
etc.? La educación y los usos de nuevas tecnologías de la
comunicación son aquí fundamentales para evaluar este eje. Pero no
parece suficiente el índice de alfabetización o el fracaso escolar,
sino otras variables menos formales que recojan la cultura y la
creatividad social desde las propias tradiciones de cada comunidad en
sí misma.
La diversidad étnica en un Cantón
como Nabón, por ejemplo, a diferencia del Cantón Cuenca mucho más
mestizo, hace que no sea fácil hacer propuestas de medición
equiparables para ambas situaciones. Si en los demás ejes la
recomendación principal es que el Foro Social de cada lugar pueda
ser quien concrete los criterios de medición, en este caso es
inevitable. Y además resulta casi imposible recomendar algún
listado de elementos de medición del buen vivir cultural, pues las
situaciones son tan dispares que solo desde trabajos cualitativos
parece posible acercarse a las consideraciones locales tan propias ya
no solo de cada cantón, sino incluso de cada parroquia o barrio.
Todo lo que se puede avanzar es tratar de hacer una serie de grupos
de discusión focales, a partir de los criterios del foro para
recoger las posiciones discursivas predominantes y emergentes en cada
uno. Y desde esas posiciones establecer algún tipo de comparación y
valoración.
En cuanto al quinto eje sobre inclusión
social y acceso a servicios, ya hemos indicado que en gran medida ya
puede estar recogido en los ejes anteriores. La adecuación
territorial, la vivienda y el transporte, la salud, etc., ya deben
estar contemplados en conservación territorial y ambiental. Lo que
se refiere a empoderamiento de la población, gestión pública,
derechos, etc., ya debería estar en participación y democracia.
Educación, nuevas tecnologías y servicios culturales está recogido
en satisfacción cultural. Por lo que solo queda la consideración
para grupos en situación de exclusión social, pero este tipo de
procesos debe estar contemplado dentro de la economía popular y
solidaria. Pues si no estuviera incluida en este eje, seguramente
estaríamos hablando más de caridad que de soluciones de justicia
social.
Presentar un eje exclusivo de pobreza o
de exclusión, aparte de los otros ejes, puede ser entendido como una
faceta de integracionismo en esta sociedad, como un valor de que
nuestra sociedad ya ha alcanzado el nivel suficiente como para acoger
a los que no han podido integrase a ella, y nosotros vamos a medir
cómo los incluimos. Poner índices de pobreza al margen de
considerar la riqueza como la causa de la anterior puede ser un
ejercicio peligroso. En todo caso, debe de ser el Foro social quien
decida qué es lo que hay que valorar y por qué. Pero no dejará de
ser interesante el debate de si debemos medir la “inclusión
social” aparte de los otros ejes que son para toda la sociedad,
sean ricos o pobres.
Entiendo que si los otros cuatro ejes
van mejorando (trabajo, participación, servicios y cultura) ya
dejaría de tener sentido uno de inclusión.