En
aquella transición, el asunto de la independencia vasca se coló en
los cuarteles y en la opinión publicada y en la pública, y los
problemas socio-económicos quedaron en un segundo plano. En esta
transición, al ‘populismo de la base socio-económica’ también
le están ahogando con los populismos nacionalistas, esta vez desde
el catalán y el español, al que le viene muy bien esta polarización
entre líderes de derechas –que incluso hace olvidar en parte las
corruptelas de sus partidos–. Lo cual nos confirma la
importancia de los populismos en toda campaña electoral,
sean desde abajo o desde arriba.

La pelea constante
Lo
que demostramos en la primera transición es que nos sabíamos mover
mejor en los movimientos sociales –“Comisiones Obreras” cuando
eran asamblearias y un sindicato no legal, las asociaciones de
vecinos, el movimiento estudiantil, etc.– y no tanto en las
elecciones generales. El PCE se suicidó él solito y los grupos a su
izquierda no
hacíamos más que pelearnos.
Igual en esta transición que iniciamos con el 15M, los indignados y
las mareas, que cobraron un notable éxito de protesta. La
indignación y el dolor de la gente ante la crisis-estafa se
autoorganizó de varias maneras. Pero dar continuidad y algunos
resultados para cambiar las cuestiones de fondo, no hemos sabido
hacerlo.
De
nuevo en
lo electoral, no pasamos de tanteos y peleas sectarias.
Y la gente de base lo nota a la legua. Y los medios del sistema del
78 se han reciclado rápidamente para pasar al contraataque. Aún
así, unos votan convencidos de seguir a su nuevo partido como
continuación de la ilusión de las mareas que vivieron, otros
cuantos votan en plan posibilista a la lista menos mala, tratando de
olvidar los defectos que se repiten, pero varios
millones se quedan en casa ante la falta de ilusión que
transmiten quienes repiten los mismos errores de la ‘izquierda
desunida’. Pues algunos aún se siguen creyendo que son la
vanguardia, y caen en los mismos vicios que denuncian.
Enseñarle a la vanguardia
Menos
mal que nos queda la resistencia desde los municipios del
cambio. Estará
bien que esta nueva transición se pueda construir desde abajo hacia
arriba,
desde los barrios y los pueblos, desde la retaguardia.
Enseñándole a la vanguardia que tienen que escuchar más a los
movimientos sociales –y no sólo decirlo–, a los círculos y
grupos motores de cada localidad, en esas labores que sabemos hacer
desde abajo. En los municipios del cambio hay aún mucha confusión,
pero también aparecen iniciativas ilusionantes.
Si
es que sabemos superar
los vicios de la transición primera, aprendiendo
de los errores y de la construcción colectiva de esta nueva
generación, entonces estaremos en condiciones de construir un nuevo
proceso instituyente. Pero esta vez más desde abajo, aprendiendo con
las comisiones, los grupos motores, los círculos, y todas las formas
nuevas de auto-organización popular que han venido surgiendo.