miércoles, 23 de marzo de 2016
miércoles, 16 de marzo de 2016
Zarzalejo en transicion
Zarzalejo, una de las
primeras localidades españolas adscrita a la red de comunidades en
Transición, cuya forma de vida propone unaalternativa al consumismo, la tiranía
de los mercados y la dependencia del petróleo que caracteriza nuestras
sociedades, promoviendo otros modelos de economía verde y
participativa, regida por la conciencia social. Una experiencia para,
como dice una vecina de esa localidad “ir del sueño grande a lo concreto, y de
lo concreto al sueño”
Un pueblo serrano y la filosofía del
decrecimiento.
En un paisaje
verde salpicado de moles graníticas, Zarzalejo conserva su fisonomía de pueblo
serrano: una retícula de calles en torno a la sencilla iglesia, casas de
piedra, una estación de tren, montañas que lo abrigan todo y que presiden el
núcleo urbano porque no hay construcciones que las tapen. Aún no ha prosperado,
como en otras poblaciones cercanas a Madrid, algún plan de ampliación que
arrase el entorno y duplique el área urbana con edificios clónicos o
monstruosos centros comerciales. Se diría que aquí la vida transcurre pendiente
de las estaciones, que a ratos puede escucharse el silencio en la plaza, y que
la mayoría de sus vecinos se conoce, al menos de vista. Entre ellos hay más de
cien familias cuya vida participa del Movimiento en Transición, una iniciativa
que surgió en Totnes, ese pueblecito inglés donde los niños ya piensan en la
vida sin petróleo de sus nietos. Fue en el año 2006, cuando sus habitantes,
inquietos por la perspectiva de ese futuro, se reunieron para ver de qué modo
podrían asegurar al menos la autosuficiencia de su comunidad. Uno de los
organizadores era Rob Hopkins, que a partir de aquí fundaría el movimiento
extendido hoy por miles de comunidades de más de 50 países. Hopkins ha dado la
vuelta al mundo impartiendo conferencias y cursos que promueven la reflexión
acerca de nuestros hábitos, buscando estrategias
para la sostenibilidad y
la gestión local de recursos, energía o alimentos.
La filosofía
de la Transición
bebe en las fuentes del decrecimiento,
que propone un freno controlado a la progresión enloquecida del sistema
económico actual y su hiperdesarrollo tecnológico, su dependencia del petróleo
y su desastroso impacto sobre el planeta. Los grupos en transición, que
funcionan con participación asamblearia, plantean estrategias económicas de
donación, trueque o incluso moneda social, para no depender de la oligarquía y
las fluctuaciones del actual sistema monetario. ¿Utopía? ¿Ciencia ficción? No,
en Totnes —como en otros lugares en transición— ya circula la moneda local: el Totnes Pound.
España tiene
una importante Red de Transición con más de 40
iniciativas en la península y las islas. En Zarzalejo, una
de las localidades pioneras y quizá la más representativa, el movimiento entró
con fuerza en 2011 tras unas charlas impartidas por Javier Zarzuela, que como
Hopkins ofrece cursos por todo el país. Aquí encontró un numeroso grupo de
personas, también de los pueblos vecinos, que tenían muchas ganas de hacer
algo. Y que lo
hicieron.
Las
diferentes culturas han contado sus historias reconstruyendo el pasado y, por
otra parte, imaginando el futuro. Los relatos más populares tienen que ver con
que alguien va a solucionar los problemas del mundo por nosotros y, además,
están los relatos que señalan que todo está a punto de venirse abajo.
La historia de los vecinos de Zarzalejo es
bastante diferente de las historias más populares anteriormente comentadas. Su movimiento de Transición es
el esfuerzo colectivo de más personas cada día, que optan por organizarse y
hacer frente al pico del petróleo y del cambio climático a través de
iniciativas en sus comunidades.
Comunidades resilientes y sostenibles
En el contexto comunitario, la resiliencia se
refiere a la habilidad de no colapsar frente a la falta de energía o de
alimentos, y a la habilidad para responder ante estos choques de origen
externo.
Las características de una comunidad resiliente
son: diversidad, descentralización, autonomía y flexibilidad. Las prácticas más
comunes que lleva a cabo el Movimiento de Transición en Zarzalejo son: fomentar la
creación de huertos urbanos, plantación de árboles productivos, construcción de
casas junto con la mejora del aislamiento de las mismas con materiales de
la comarca, recogida y reutilización de desechos; creación de bancos de
semillas y de plantas medicinales, creación de talleres de aprendizaje de
labores tradicionales, instalación de paneles solares, creación de sistemas de
trueque, monedas locales, cría y cuidado de animales de tiro, mantenimiento de
granjas avícolas y producción sostenible de leña.
Sentirse haciendo,caminar preguntando
En Francia han pasado de quemar coches en las periferias a la movilización de jóvenes y sindicatos contra los contratos super basura. En nuestras ciudades, de las fiestas del botellón a estropear parquímetros en barriosperiféricos de Madrid. Parece que aquí las cosas no son tan radicales, pero el malestar de fondo de los“desaprovechados/desechables” sigue ahí, sin salidas más que en la barbarie o la revuelta. La sociedad de los patriarcas y de los mayores beneficios de las grandes empresas nos lleva a la guerra por el petróleo o a limpiar el chapapote de sus naufragios. En estos climas de violencia, ¿se pueden esperar nuevas sensibilidades, nuevas formas de movimientos?
El juego de la democracia electoral al uso o de las ONG aparece como un circo en el que participan algunos casi tapándose la nariz. Pero mucho más como voto de castigo alcontrario que por convicción propia, más por conseguir un trabajo menos indigno que porque se piense que se puede transformar algo. Es mucha más la orfandad y la indolencia ante este patriarcado que el sentirse creativos para organizarse, para sabersecapaces de sentirse haciendo, de caminar preguntando. Pero hay quien lo hace. Hay quienes están en nuevas formas de hacer política, quienes no se conforman con repetir las formas patriarcales heredadas. Porque la forma no es una cuestión formal.
Algunas sugerencias que nos llegan de (eco)organización (eco, que significa casa, morada o ámbito vital en griego) empiezan por uno mismo, por los nuestros, por los cercanos, los afines. El sentirse haciendo, el ser protagonistas y creativos, no sólo en charlas militantes o en Internet para hacer solidaridades, sino en construir acciones operativas. Si estás en una reunión que sirva para algo, que quede un plan de trabajo o un esquema que nos aclare qué hacer. Sentirse haciendo, sentirse aprendiendo, descubriendo algunascarencias propias, y las creatividades colectivas. Incluso hay técnicas para reírse de los propios prejuicios, o para priorizar por dónde construir estrategias.
Pero la (eco)organización no es el prefijo auto para mirarse el ombligo y discutir eternamente lo buenos que somos, y lo sectarios que podemos ser con los más cercanos. También aprendemos a hacer ‘mapeos’ locales y/o sectoriales del ecosistema en que nos movemos. No se trata de una organización-tipo igual y perfecta para todas partes, sino de cómo construir las redes imprescindibles en cada caso para poder salir del aislamiento, y las invisibilidades, en que solemos estar. Estamos aprendiendo que hay muchos más grupos y colectivos de los que nos parecen a nuestro alrededor. ¿Cómo escuchar a los otros colectivos, y sus diferencias, para hacer “conjuntos de acción” por causas concretas y operativas?
Algunos también ensayan democracias participativas para (eco)organizarse. Son lugares donde cada cual hace su propuesta, se mezclan grupos para construir algunas iniciativasy después se priorizan ponderadamente repartiendo los apoyos a las varias opciones hasta alcanzar ciertos consensos que les parecen más operativos. Hay diversas formas de hacerlo, pero nada que ver con votar a unos contra otros. La cuestión es poder construir alguna ‘idea-fuerza’ entre todos los presentes, que no sea una simple frase bonita, sino una motivación capaz de movilizar a sectores diferentes de la población de manera unitaria y eficiente.
Otros ‘ritos de paso’ por los que parece bueno pasar son los sistemas de control, evaluación y monitoreo. Es decir, ponerse a hacer cosas, ‘caminar’, y escuchar cómo va resultando, ‘preguntando’. Así, (eco)organizarse es tener un sistema ‘inteligente’ de rectificación sobre la marcha, de aprovechar todas las capacidades e iniciativas que surgen, fomentando la creatividad y la cooperación. Aunque suene un poco mal le podemos llamar Construcción Colectiva de la Acción y el Conocimiento Alternativo y Sustentable (CCACAS...). Sobre todo que no perdamos el sentido del humor, y que disfrutemos haciendo disfrutar.
Movimientos o/y elecciones
Las reglas del juego electoral están pensadas para garantizar gobiernos estables que respondan a un partido –o a un acuerdo entre ellos– que abarque entre el 30 y 50% del electorado. O sea, minorías suficientes para gestionar los intereses de la economía neoliberal. Los movimientos sociales, las movilizaciones del 15M y su extensión a las plazas, como las mareas temáticas que han extendido más aún la contestación, son el factor regenerador que podría cambiar los rumbos a las políticas especulativas. Pero para eso deben permanecer en sus constantes unitarias, no deberían disgregarse en opciones electorales o de abstención. Como movimientos, tienen la simpatía de un 60-70% de la población, pero solo el activismo de un tercio de la misma.
Si se plantearan ir a unos comicios perderían su fuerza por varias razones: por la división en los propios movimientos sociales, entre los que quieren votar y los que no. Porque el tercio intermedio de los electores –que votan al PSOE, IU, UPyD, etc. y que pueden simpatizar con los movimientos– ni se los imaginan como gobierno, ni lo que pueda ser una democracia participativa. Y porque la ley electoral y los medios económicos, y de marketing, están hechos a favor de la partidocracia reinante. La base está en mantener los movimientos y las mareas por encima de cualquier disputa partidista o abstencionista, y que nos podamos centrar en las reivindicaciones concretas. Cabe seguir avanzando con las mareas, más allá de los corporativismos, construyendo entre diversos sectores lo público como bienes pro-comunes a cogestionar desde la base.
Pero el problema del gobierno electoral continúa y no podemos desentendernos de él, pues sigue tomando decisiones. Y hay fuerzas electorales que van a pretender recoger la expresión de los movimientos indignados. Que IU, Compromís, AGE, CUP, etc. doblen sus votos puede ser interesante para sus militantes, pero para los movimientos, o para evitar que siga el dominio del bipartidismo, no significa demasiado. Por eso la exigencia a las formaciones electorales tiene que ser más allá de sus intereses de formación política, tienen que ser los intereses de ese 99% de la población, o al menos de esos dos tercios de la población que simpatizan con lo que han venido planteando los movimientos. En el Cono Sur ha habido candidaturas centradas en superar la crisis especulativa en que estaban y en una nueva constitución. En general no han sido candidaturas de partido, sino construidas alrededor de un programa simple con pocos puntos y con algunos líderes más bien antipartidocracia.
Vienen las elecciones europeas. La ventaja es que es circunscripción única y no es tan discriminatorio como votar por provincias. Se debería hacer una propuesta en los países periféricos para concurrir electoralmente como castigo a la troika, para abrir un replanteamiento de los acuerdos continentales. Para estas elecciones, que buscan una ruptura con las políticas de la UE, lo mejor sería reducirse a 4 o 5 temas estrellas que lleguen a los dos tercios más indignados de la sociedad: auditoría de la deuda, democracias participativas, sanidad y educación públicas, dinero para emprendimientos populares. Las cabezas de carteles electorales no deberían ser de partidos, pues la opinión general desconfía mucho de la clase política. Se trata de plantear y empezar a construir otras formas democráticas de base.
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