jueves, 7 de abril de 2016

Porto Alegre en comparación con sus retos 1/3

del libro original en portugués
Por uma Nova Esfera Pública – a experiência do orçamento participativo” compiladores Nilton Bueno Fisher, Jaqueline Moll
Edit. Vozes, 2000, Petrópolis

Tomás Villasante

Universidad Complutense de Madrid


No es posible para mi describir la experiencia municipal de Porto Alegre para el público, porque hay otros autores que ya lo han hecho con mayor conocimiento que el mío sobre esta ejemplar experiencia. Mi aportación quizás se debería centrar en un texto sólo elogioso, por las muchas novedades que nos presenta y los retos a los que apunta dar solución, sobre todo en estos tiempos de descreimiento en las alternativas viables al sistema dominante. Ahora más que nunca tenemos necesidad de formas prácticas y concretas que vayan demostrando que hay otras vías alternativas de encarar los problemas del neo-liberalismo. Por suerte, no es sólo el caso de Porto Alegre el que nos puede ilustrar sobre los caminos abiertos para nuevas formas democráticas y participativas para encarar con eficiencia los problemas sociales locales. Trataré de comparar y aportar otros elementos, además de los propios acerca del caso estudiado, para suscitar un debate amplio que vaya mas allá de lo hasta ahora planteado. 


Además, creo que debemos iniciar un debate sobre lo local y sus logros, también sobre los caminos potenciales de transformación del Estado que esta experiencia, pero más aún, algunos de sus protagonistas nos plantean con toda claridad. Tarso Genro (1997) lo dice explícitamente: "Apunta a una forma universal de dirigir el Estado y de crear un nuevo tipo de Estado". No se trata de una solución total para todos los problemas, pero sí que una forma concreta de co-gestión con "una esfera pública no-estatal" (Ubiratan de Souza, 1998) pone en acto tanta literatura de buenos deseos sobre la participación y la implicación de los ciudadanos.

Me parece un estilo concreto de construcción de una de las democracias participantes de mayor interés en el mundo porque combina elementos concretos de la voluntad política elegida en las urnas democráticamente, con la participación directa de los ciudadanos y un papel muy interesante de los técnicos. Los problemas de la representación electoral clásica (tanto la simplificación como la burocratización) en gran parte los tiene enfocados y casi resueltos. Me refiero a dos problemas candentes de la práctica cotidiana de cualquier democracia representativa. Para ejercer la representación no se puede atender a cada cual con sus particulares problemas sino que ha de darse prioridad al término medio, a los asuntos más comunes. Para ello se da prioridad a la representación mediante algunas opciones políticas (3 ó 4) donde puede elegir el votante. Luego estas opciones más votadas se han de poner de acuerdo teniendo la mayoría (pactar entre algunos programas) y poder hacer la ley y el equipo de gobierno. Este gobierno va a interpretar la ley, haciendo los reglamentos y mandando a los funcionarios. Cada paso es una simplificación del anterior, quitarle complejidad e indeterminación a la realidad de la que surge. Si antes de votar las redes de amistad, o familiares, o de trabajo son muy complejas, luego todo se va reduciendo en decisiones más universales y unitarias para todos.

Y esto está bien como medida defensiva frente a tantos abusos que los sistemas autoritarios han venido practicando. Es una forma democrática de controlar a las minorías para que no se perpetúen en el poder. Cuando nuestras democracias han salido de procesos anti-dictatoriales y clientelares está muy bien que se ejerzan estos controles, pero el problema es que al reducir el poder de las minorías autoritarias, también podemos quitar la iniciativa a otras minorías sociales activas que están actuando en la complejidad necesaria y creativa de la sociedad. Estos procesos de la "democracia de control" se deben completar con otros procesos de la "democracia de innovación". Sobre todo porque la democracia representativa o de control cada 4 años puede volverse ineficiente, porque los políticos acaban despegándose de las bases sociales y porque los funcionarios acaban dando órdenes a los ciudadanos. Siendo así, que son los funcionarios los que deberían entender y atender las complejidades de la población. Si la soberanía reside en el pueblo, éste no la siente como tal cuando se acerca a una ventanilla, o cuando no ve que se invierte en sus necesidades más cercanas. Hay un problema de eficiencia inmediata también en la justificación de la democracia, sea esta del tipo que sea.


"Democracia social" es la que se justifica entre los servicios prestados por los funcionarios y las propias redes sociales. Es decir, no sólo que haya un procedimiento legal claro y transparente (por cierto que debería serlo bastante más). Por ejemplo, en algunos procesos revolucionarios es posible que haya más servicios eficientes, mientras los que hacen de funcionarios lo hagan con la ideología de servir a los ciudadanos. Pero estas democracias no siempre consiguen perdurar por falta de controles democráticos y la renovación de los sistemas y las personas implicadas. Por eso, son más interesantes las "democracias de innovación", en la medida en que rescatan la complejidad de las redes sociales, a través de sus Asociaciones y de las técnicas de participación adecuadas, de tal forma que la coordinación de los funcionarios y sus técnicas dan lugar a prácticas más eficientes de acuerdo con cada situación concreta y cotidiana. No se trata tanto de un control cada cuatro aíios, a través del voto y la ley, sino en la ejecución más cotidiana con la gestión de los funcionarios y los servicios inmediatos en cada caso.

El papel de los funcionarios y de los técnicos por un contrato en la democracia es una de las lagunas que se suele mantener tanto en los análisis politológicos como en los sindicales, e incluso en los alternativos. Se reconoce que no se es neutral en muchos casos pero no se entra a ver las consecuencias cotidianas de esto para la democracia, que suelen ser tanto o más importantes que la posición de los políticos o de los sectores populares. El margen de maniobra de cualquier técnico es suficiente para que su estilo marque la diferencia entre unas situaciones y otras. Es decir, el análisis de redes de confianzas y desconfianzas que se produce en una localidad depende muchas veces de estos intermediarios o "puentes débiles" entre los ciudadanos y sus representantes. De usar unas metodologías a usar otras (participativas o bien autoritarias) varía mucho el resultado, y esto es competencia del técnico en gran medida. Es la fuerza de las relaciones débiles entre los "conjuntos fuertes" del análisis de redes (Granovetter, 1982). Su repercusión para las democracias locales es fundamental.

El dar juego central a un "espacio de esfera pública no estatal" viene a mediar entre las otras formas de democracia, aún en los casos más elaborados de ambas. No viene tampoco a sustituir a aquellas formas, sino a adaptarse a cada situación en que haya nacido una democracia para ir cambiando de centralidad el motor de la misma. Si empezó de una manera en función del proceso histórico determinante, también puede ir cambiando para atender a las nuevas circunstancias y generaciones, y así ir haciendo una experiencia de democracia más avanzada. No es tanto que haya una forma única universal, me parece, sino que en todas partes el introducir el motor de "espacios públicos no estatales" viene siendo condición hoy de renovación y de una nueva democracia más eficiente por más innovativas y ajustadas sean las condiciones concretas de cada red local. 

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