del libro original en portugués
“Por uma Nova Esfera Pública – a experiência do orçamento participativo” compiladores Nilton Bueno Fisher, Jaqueline Moll
Edit. Vozes, 2000, Petrópolis
Tomás Villasante
Universidad Complutense de Madrid
Estilos de innovación democrática
Porto
Alegre no es un ejemplo único, pero tiene unas características que
lo hacen diferente a otros intentos del Presupuesto Participativo.
Ciudades semejantes que lo intentan como Montevideo en Uruguay, u
otras gobernadas por el PT en Brasil, no tienen unos resultados tan
claros y contundentes. No estamos hablando de ciudades muy raras en
el mundo, porque sean muy marginales o porque hayan tenido una
historia muy particular y diferenciada de otras ciudades de su
entorno. Son ciudades de más de un millón de habitantes; que no
salen de la pobreza extrema, sino de economías de tipo medio en
referencia al concierto internacional, gobernadas por alianzas de
fuerzas progresistas y radicales que tuvieron movimientos sociales
fuertes contra los autoritarismos de la década pasada. Pero entre
todas esas ciudades Porto Alegre ha sabido encontrar su “estilo”
peculiar para construir su democracia participativa. En realidad cabe
más hablar en plural de experiencias de “las democracias
participativas” porque son varios los procesos en marcha, y con
metodologías dispares, por lo que debemos ser respetuosos con cada
proceso, y en todo caso intercambiar de unos a otros lo que cada cual
pueda aportar de más válido para las otras experiencias.
No son
ni las condiciones “objetivas” (de la estructura social), ni el
“programa” proclamado por los partidos (lo mismo lo dicen
muchos). Es un “estilo” de basarse más en los hechos que en los
reglamentos, de apostar por el proceso instituyente más que por la
institución. Si el Presupuesto Participativo se ha consolidado es a
medida que había obras concretas en cada uno de los barrios, las
decididas por los vecinos. Son los hechos prácticos y evidentes los
que legitiman, más que una reglamentación normativa, que apenas
existe, y está en revisión siempre. Claro que tiene que haber unas
mínimas normas municipales que permitan el libre jugo de las redes
complejas de la sociedad, pero tiene que ser ésta quien sienta su
propia capacidad de decidir y hacer autónomamente.
Es la
conjunción de la democracia social con las otras formas democráticas
la que permite reforzar el proceso. Si la gente del común no ve
hechos contundentes no puede creer solo en las palabras de los
políticos. Y si ve que estos hechos no vienen de prácticas
clientelares, tan comunes en los países latinos, sino de debates
abiertos y procesos largos de trabajo desde las bases, entonces puede
empezar a aprender una nueva lección de ciudadanía. Es un trabajo a
medio y largo plazo, que se basa en la capacidad de los sectores
populares para aprender por la acción social y cooperativa de ellos
mismos. Es una forma de convertir en costumbre, más que en ley, unas
prácticas participativas, unos ritos democráticos que resulten
eficientes a los ojos de todos. Y esto lo están haciendo con las
varias “rodadas” por los barrios y por las “temáticas” en
Porto Alegre. Es un proceso de un año, que al año siguiente ha de
ver sus frutos. Y así llevan diez años, cada vez con mayor
incorporación de ciudadanos a las asambleas y a los procesos de
decisión desde las bases.
No se
trata tampoco de contraponer lo instituido con lo instituyente. Ambos
aspectos son necesarios para cualquier experiencia de democracia
participativa, tanto lo que surge de los procesos de participación
directa de las bases, como lo instituido con las representaciones
elegidas por votos. Pero lo que es bueno es organizar su articulación
según los tiempos y procesos. El motor tiene que ser los procesos
instituyentes sucesivos, que con las metodologías adecuadas pueden
seguir saliendo desde las bases sociales, y la meta debe ser que se
alcancen unas instituciones que los reconozcan y avalen. Si se piensa
que se puede partir de unas instituciones que sean el motor de los
procesos, por delante de las poblaciones y los movimientos, es no ser
muy fiel a la mayoría de los casos que la historia nos da. O si
se piensa que con los movimientos sociales no
hay altibajos, que son permanentes y no cíclicos, es también una
idealización de los sectores populares que no se corresponde tampoco
con la historia.
Lo más acertado es pensar que se trata de unas situaciones paradójicas pero necesarias: se necesita tanto lo instituyente y lo que siempre se esta renovando, como la organización más permanente que le da continuidad a lo ya conseguido.
Lo más acertado es pensar que se trata de unas situaciones paradójicas pero necesarias: se necesita tanto lo instituyente y lo que siempre se esta renovando, como la organización más permanente que le da continuidad a lo ya conseguido.
Con la
teorización del análisis de redes y los conjuntos de acción,
sabemos que una comunidad no es algo estructurado de una vez con una
identidad perfectamente reconocible, sino un conjunto de redes de
influencia que están en continuo flujo y en procesos contradictorios
interna y externamente. Así pues los estudios para América Latina
(Villasante et al. 1994) nos dan varias tipologías por las que van
pasando los distintos movimientos o las partes de una comunidad,
barrio o sector de una ciudad o territorio. De acuerdo con este
planteamiento podemos superar las dicotomías simples en que nos
encierran algunas discusiones maniqueas (estos son los buenos y estos
los malos, según la ideología del que habla). Lo más común es que
todo movimiento instituyente pase por distintas fases en los años de
desarrollo, pasando por momentos de una mayor institucionalización,
y también que no se puede entender una situación de algo instituido
progresista que no parta de un proceso previo de empuje instituyente
en algún grado.
Los
“estilos” práxicos se distinguen de los teoréticos y dogmáticos
en que razonan sobre las situaciones concretas. A partir de las
problemáticas se centran en el análisis concreto de la situación
concreta. Y por lo mismo no anteponen quién es el reformista y quién
el revolucionario, sino que esto queda para ser resuelto en el
proceso mismo. No se trata de discutir primero hasta donde va a
llegar uno u otro, sino de ponerse a la tarea juntos, y que sea la
propia situación, con muchos de los elementos que nadie es capaz de
controlar, quien decida lo que da de sí tal proceso. En un cuadro
que gustaba de citar Jesús Ibañez (1991), y que he desarrollado
para estos fines, se contraponen cuatro posiciones posibles,
introduciendo algo de complejidad en la simpleza de las dicotomías
habituales, y se abren así más posibilidades reales. Incluso este
cuadrado es sobre tipos ideales y la creatividad popular de cada caso
es más compleja, pero baste su exposición para permitir unos
esquemas más amplios de cooperación social.
- ConservaciónReformasSINO••••SI pero NONi SI ni NOReversiónRevolución
De
acuerdo con este cuadrado de interpretación de algunas conductas se
pueden contraponer entre estos extremos otros muchos tipos
intermedios. Y además, lo más frecuente es que en un mismo
movimiento haya distintas etapas que pase de unas posiciones a otras,
o incluso que convivan en tensiones muy diferentes algunas de ellas
dentro de cada proceso. Así, a la derecha están las dos más
pragmáticas y menos ideologizadas, y a la izquierda las de oposición
ideológica a lo instituido. La posición de decir Si al poder o de
conservación de lo que hay choca por un lado con la posición de
decir No, porque se quieren hacer reformas (que mande otro y otras
cosas, por ejemplo) aunque se quede la estructura del poder como
hasta entonces. Es decir, que es que No a quien manda o a lo que se
dice, pero es en el fondo que No al cambio de fondo porque se
mantiene la misma estructura decisional. No pero Si, es decir el
planteamiento de reformas de lo que hay.
Por
otro lado la conservación de lo que hay se contrapone a algunos
movimientos que sin negar en principio, la autoridad del poder, lo
que hacen es desbordarlo. Muestran así aquellas contradicciones
internas del poder mismo, no tanto en la denuncia ideológica como en
la práctica de los hechos. Esto supone muchas veces una auténtica
transformación de las estructuras establecidas, y una ruptura
instituyente, que aún diciendo que Si, en la realidad hacen que No a
lo establecido. Es la postura Reversiva que ponen en práctica muchos
invasores de tierras (ponen la bandera nacional, pero desbordan la
propiedad), o huelgas de celo de sindicatos, o denuncias de derechos
humanos (contra el incumplimiento de la ley de los militares o
gobernantes, etc.). Es decir, son movimientos que aparentemente solo
cuestionan un punto de la hipocresía de nuestras sociedades, pero
suelen tener tal fuerza que tocan y revierten el fondo de los poderes
instituidos, y por lo mismo entran en procesos instituyentes según
como se puedan ir desarrollando los hechos y las relaciones de las
fuerzas sociales que intervienen. Si pero No, como la muestra de las
paradojas en que vivimos, y su resolución por los hechos consumados,
pero esta vez desbordando a los poderes.
Las
posiciones revolucionarias suelen ser más claramente radicales desde
la propia declaración ideológica de partida. Lo tratan de ser tanto
en la declaración de principios como en las prácticas que pretenden
que desarrolle cada movimiento. Por lo mismo se quieren distinguir de
entrada tanto de los movimientos reformistas como de los reversivos,
manteniendo una postura distintiva. Esto les puede llevar en algunos
casos a quedarse más aislados en los procesos populares, que no
suelen tener tanta claridad de principios. La postura es Ni SI ni NO,
porque desde esta posición no se acepta que la pregunta ni la ley la
pueda formular una autoridad que, por el hecho de erigirse en tal, ya
está recortando las posibilidades de la contestación. Nosotros
somos quienes nos hacemos las preguntas y nuestra ley porque somos
soberanos y somos instituyentes desde un principio. Lo bueno de esta
posición suele ser la claridad de posturas que declara y denuncia,
pero no es una situación que se pueda establecer durante mucho
tiempo para un número alto de ciudadanos del común participando
asiduamente.
Lo
más habitual es una conjunción de varias de estas posiciones, al
mismo tiempo o sucesivamente, en cada caso de los que hemos ido
estudiando. De tal manera que cada proceso es un mundo muy
complejo que
para nada sirve reducirlo a una definición sencilla. Lo mejor es
tratar de abrir nuevas pistas de
interpretación donde cada sujeto social se pueda reconocer y en
función de ello pueda tomar sus propias determinaciones, al tener en
cuenta la situación de los demás y la suya propia. Hay que tener en
cuenta que cada situación concreta es la suma de muchas redes de
interacción (nosotros lo estudiamos como los “conjuntos de
acción”), y la resultante de tales fuerzas no se puede saber cómo
resultará hasta el último momento. Un caso de estilo práxico y
transversal es el que hemos visto en Porto Alegre y en algunas otras
ciudades, donde las fuerzas de más progreso y transformación están
apostando por una combinación adecuada de las distintas tradiciones
emancipatorias, no tanto anteponiendo purezas ideológicas sino
prácticas instituyentes.
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