La
situación no hace sino empeorar, incluso se rumorea que las
manifestaciones provoquen un cambio de Gobierno hacia una solución
tecnocrática PPSOE, que diera un nuevo aliento a los mercados
financieros para seguir engañándonos. Ante esto, la fuerza en la
calle es muy importante y hay que demostrarla sin ninguna duda, sobre
todo en la dirección de no legitimar más de lo mismo, solo
cambiando las caras y las promesas. Cada vez más no bastan las
manifestaciones o huelgas, pues los poderes fácticos ya cuentan con
ellas y están preparados.
En
la enseñanza, por ejemplo, hay que pasar a tomar edificios y
ponerlos a funcionar democráticamente con toda la comunidad escolar
–como ya se inició con la marea verde–, y lo mismo en todos los
sectores posibles. Pero aún con todo el activismo, lo crucial es que
nos vayamos clarificando hacia qué alternativas políticas podemos
girar. En América Latina se la sacudieron, y algunos, como Ecuador,
no pagando parte de la deuda que se consideró ilegítima. Y en
Europa el caso de Islandia también es un ejemplo de que se puede no
pagar esas deudas especulativas en que nos metieron. En Grecia, el
programa de auditoría y no reconocimiento parcial de la deuda ha
sido un salto electoral importante.
Pero
para entrar en el no pago de la deuda ilegítima necesitamos más
fuerza política que desborde los márgenes del bipartidismo y las
peleas de los pequeños partidos por ser los más ‘auténticos’.
Necesitamos que las fuerzas de las asambleas indignadas y las mareas
populares se orienten más allá de lo electoral que nos divide
–votos a unos u otros, o no voto– y construir un horizonte común
hacia un proceso de reforma constitucional o proceso instituyente. En
primer lugar para quitar la cláusula impuesta en el Parlamento sobre
la deuda. Hace falta pensar en clave del 66%de la población que no
se dejó engañar por el Gobierno actual pero que aún puede estar
pensando que otros partidos sí pueden dar la solución a esta
crisis. Hay que recordarles a quienes confían en soluciones de este
tipo que cuando Papandreu propuso un referéndum simplemente lo
quitaron del Gobierno, y que cuando Syriza pudo ganar, la propuesta
que se barajó en la UE fue echar a Grecia del euro.
No
es cosa de un dirigente o de un partido, pues la propuesta de cambio
que se enfrente a esta crisis tiene que ser más amplia. No es solo
cuestión de una reforma electoral que favorezca a unos partidos u
otros, sino de formas de democracias de base, participativas o
radicales, donde la población pueda debatir sus iniciativas y tomar
decisiones. Es desde la fuerza y debates de la población
auto-organizada como lo han iniciado en Islandia. Los partidos
seguirán jugando un papel mientras haya un sector amplio de la
población que confíe en que ahí hay debates ideológicos, y
posibles gestores expertos.
Lo
más unitario sigue siendo el “no nos representan” y pedir la
auditoría a la deuda, pero son aún fórmulas de control, no tanto
propositivas e ilusionantes para poder iniciar un camino de futuro
unitario y transformador. Hay que ir pasando de una democracia de
control de la gestión desde las bases –que de todas formas no está
de más– a unas democracias de base, en las que las iniciativas de
la vida cotidiana tengan un camino claro para articularse y
ejecutarse por sí mismas. Hay experiencias en el mundo que
demuestran que se puede planificar participadamente, gestionar con
asambleas, voluntarios y electos, y hacer seguimiento y control,
también desde abajo a arriba. Este tipo de proceso constituyente es
el que debemos seguir articulando. El debate político es necesario,
pero no en clave ‘partidaria’, sino del nuevo modelo
participativo y unitario.
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