Tomás R. Villasante
Profesor Emérito de la Universidad
Complutense y miembro del CIMAS
SEIS ELEMENTOS Y DISTINCIONES
METODOLÓGICAS
Más allá de las metodologías de las
ciencias sociales de tipo cuantitativo y cualitativo, se justifican
en este caso las metodologías participativas. Tanto para la
formación por la acción, como por los beneficios saludables que se
pueden hacer llegar directamente a las comunidades objeto de este
planteamiento. Los diagnósticos de tipo numérico con datos
demográficos o epidemiológicos son una buena base de referencia, y
tambiénaquellos diagnósticos basados en entrevistas abiertas, la
observación participante, o grupos de discusión, pero no siempre se
articulan para pasar a ser elementos operativos de la planificación
y la acción participativa. En este caso nos proponemos que los
diagnósticos sean ya en sí participativos y que se articulen en el
mismo proceso con la acción saludable quee espera construir
colectivamente.
De todas formas hay muchas variaciones
entre unas metodologías participativas y otras, y aquí brevemente
queremos aclarar por cual de ellas nos inclinamos. No basta la buena
voluntad de querer hacer participadamente con la comunidad los
programas, pues hay que saber hacerlo conociendo las contradicciones de las
que partimos. La gente no quiere participar porque simplemente se la
invite a ello. Además hay muchas solicitudes a participar en los
aspectos más variados de la vida social, y pocos son los que
consiguen que la gente del común les preste atención.
Por otro lado la participación social
no es sólo que acuda mucha gente a un acto por algún motivo
especial, sino que se trata de un proceso que se dilata en el tiempo
y conecta con las necesidades locales, y que se detiene en
deliberaciones y tomas de decisión colectivas, y no simplemente en
aplaudir a unas u otras opciones que se le presentan.
Por esto vamos a presentar algunas
distinciones que pretendemos resolver con nuestra metodología, y que
la hacen diferente de otras habituales en los programas de
cooperación social, de apoyo a comunidades, de salud comunitaria,
etc. Metodologías como la planificación estratégica, el marco
lógico, etc., han sido tenidas en cuenta aquí, pero sólo como un
referente o primer paso que en muchas ocasiones se queda un poco
superficial, por no responder a las preguntas más de fondo que la
experiencia nos ha venido mostrando que deben hacerse.
¿Cómo combatir determinados
prejuicios que los investigadores y planificadores tenemos antes de
iniciar un proceso? ¿Cómo ir más allá de las redes de
asociaciones e instituciones formales, para llegar a sectores
importantes de la población no organizada? ¿Cómo devolver los
diagnósticos para que no se queden en intercambio de información, y
pasen a ser elementos de creatividad social, y de nuevas líneas
superadoras?.¿Cómo organizarse en redes participativas? ¿Cómo
seguir los desbordes e imprevistos, conjugando indicadores y
monitoreo?
1. Antes de meternos en los procesos en
sí, abiertos a las comunidades con que se vaya a trabajar, hay que
hacer un trabajo inicial de negociación y aclaración de los
objetivos más explícitos y de las formas de superación de los
prejuicios que nos van a marcar todo el proceso. Los condicionantes
iniciales de cualquier proceso no están tan sólo en las evidencias
de tipo geográfico, histórico, demografía, economía, etc. Están
en los actores que van a protagonizar las preguntas, los síntomas a qué responder, los objetivos, los
planes de trabajo, y los medios disponibles. Las frases genéricas
con que se suelen describir los problemas y los objetivos suelen
encubrir una serie de conflictos no explícitos, que pueden ir
minando el proceso si no se saben cuidar y tratar. No es que haya que
hacer terapias en profundidad antes de empezar cualquier proceso
participativo, pero tampoco ser ingenuos pensando que todos los
partícipes quieren lo mismo por haber escrito un documento nicial
en común.

En las metodologías participativas
proponemos un primer paso metodológico sobre la autocrítica de lo
que venimos haciendo, desde los distintos intereses en juego. El
hacernos conscientes, aunque siempre esto es relativo y con distintos
grados de profundidad, de los puntos de partida de cada participante
creemos que es una buena forma de rebajar los idealismos y ajustarnos
lo máximo posible a las realidades con las que hemos de trabajar.
Diversas técnicas grupales deberán acompañarnos para dejar lo más
claro posible la delimitación de los problemas, las preguntas
iniciales, los objetivos generales, el plan de trabajo. Tanto desde
el punto de vista del encargo y la institución que lo hace, como
desde los técnicos implicados, y de los potenciales beneficiarios
del programa. Por nuestra parte aportamos lo que llamamos “estilos
transductivos” o de “creatividad social”, es decir,
dispositivos que permitan moverse en situaciones de cierta
indeterminación, a partir de algún “analizador histórico”
local con capacidad de elegir algún camino colectivo y creativo
viable.
2. Otra distinción que proponemos, con
respecto a las formas habituales de la llamada participación
ciudadana, es no quedarnos en el llamamiento a las asociaciones o
entidades que pudieran estar o sentirse afectadas por el tema de los
objetivos. En nuestras sociedades la parte organizada de la población
es una minoría significativa, pero no deja de ser una minoría. Y el
grado de representatividad no es fácil de determinar, e incluso no
nos parece interesante entrar en esos debates de legitimidad de unos
contra otros, pues al final sólo acaban por salir aún más
divisiones dentro de la comunidad considerada. Nos parece muy
importante abrirnos en nuestras metodologías a la gente no
organizada en sus diversos sectores y redes de convivencia cotidiana,
para poder llegar al grueso de la población. Por tanto no hacer
llamamientos a participar en nuestros locales o propósitos, sino más
bien acercarnos a preguntar directamente a la gente donde está, en
sus lugares de relación y convivencia. Para ello será preciso hacer
unos mapas de relaciones o de redes sociales, del tipo de
socio-gramas, etc., que nos permitan saber de los “conjuntos de
acción” que están presentes en cada situación concreta.No sólo
esto nos permitirá un primer acercamiento a cada caso, sino también
servirá para detallar una muestra relacional de las “posiciones
discursivas” que interesan para un trabajo de campo sistemático.
Es decir, que podamos recorrer, hasta “saturar la muestra”, los
diferentes sectores sociales y saber cuáles son sus posiciones y
estrategias vitales de cara a la problemática señalada.
No esperar a que vengan a nosotros, sino ir a conocer las
contradicciones en que viven y se muestran los intereses en juego,
tanto los afines como los opuestos, tanto los diferentes como los
indiferentes. Talleres, grupos de discusión, entrevistas, reuniones
formales e informales, conversaciones y documentación de todo loque
interesa al proyecto.
3. En otras formas participativas se
suele hacer “devoluciones” a la población de la información
recogida, de los diagnósticos por ejemplo, por razones de ética y
de difusión de los mismos. Esto es positivo sobre todo para que no
se queden los trabajos en el conocimiento sólo de unas pocas
personas, como a menudo suele suceder. Pero no nos parece suficiente,
y pensamos que se puede ofrecer unas formas de “devolución” que
son más interesantes, y por eso les llamamos “creativas”. No se
le puede devolver a la gente toda la información como un documento
pesado y difícil de entender para una mayoría, y tampoco nos parece
conveniente hacer una reducción con una interpretación simplificada
sólo por nuestra parte. Proponemos que se puedan devolver
colectivamente algunas frases sustanciales, después de un trabajo de
interpretación técnica, pero que no reduzcan el espectro de
interpretaciones sino que lo amplíen, que permitan un nuevo debate
entre la población sobre ¿por qué dijimos lo que dijimos? Y así
poder ver lo que hay de emergente, más allá de las frases tópicas
y los dilemas dominantes. Lo que pretendemos es presentar un análisis
abierto, en juegos de frases con posiciones contrarias y
contradictorias, del tipo de los “tetralemas”, para que los grupos y colectivos puedan
reconstruir los diagnósticos por sí mismos. De forma que se pueda
profundizar en cada sub-tema generado, y ser creativos socialmente,
no quedando en los dilemas habituales (muchas veces cerrados y
maniqueos). Además se trata de establecer relaciones causales entre
las posiciones prioritarias, cómo influyen unas en las otras, y
quiénes pueden resolver cada uno de los “nudos críticos” que se
van estableciendo. En los “flujogramas” se pueden entrecruzar las
lógicas recursivas de causas y efectos, de tal manera que podamos
priorizar colectivamente cuáles son los aspectos sustanciales que
deben ser atendidos por su efecto multiplicador. De esta manera
esperamos que los auto-diagnósticos sean más participativos y
realistas, pero también que al mismo tiempo se esté construyendo un
“sujeto colectivo” más allá de las diferencias iniciales de los
actores de cualquier proceso social.

4. La planificación de procesos
participativos nos lleva de un diagnóstico inicial a la redacción
de un Plan que pretenda ser operativo. A estos efectos se suelen
construir mesas temáticas en los Planes estratégicos para ir
construyendo propuestas para cada uno de los sub-temas que el diagnóstico haya detectado. Esto
parece necesario para poder profundizar en las complejidades de cada
asunto, donde los aspectos técnicos se suelen complicar en
cuestiones jurídicas, presupuestarias, etc., pero el peligro de este
modo de proceder es tecnocratizar todo el proceso.
Es decir, que a esas mesas, dado su
carácter de especialización acudan prioritariamente expertos, y el
lenguaje y contenido no sea apropiado para la participación de
sectores populares. Por eso, aun manteniendo su necesidad, será
bueno dotarse de metodologías para continuar, y aun intensificar, la
participación de las bases sociales. Otro problema que se suele dar
es la sectorialización y no coordinación entre unos programas y
otros, compitiendo incluso, más que llegar a una integración en un
proceso realmente unitario.
Nuestra propuesta es construir
participadamente una Idea-Fuerza con sectores amplios de la población
en cada caso, de tal forma que podamos superar tanto aspectos
sectoriales como tecnocráticos. Es decir, una idea capaz de
movilizar emotivamente en pro de algún objetivo central del proceso,
capaz de aglutinar a sectores significativos de los mapas de
relaciones, de los conjuntos de acción. Objetivo que sería durante
un año, por ejemplo, eje de una campaña que aunara los distintos
aspectos sectoriales que se están trabajando en las mesas
especializadas. La coordinación, por lo mismo, no sería tanto una
reunión de representantes de los distintos sectores, sino
movilizarse en cada aspecto específico junto con las actividades
unitarias de la idea-fuerza aglutina-
dora. Es la idea y la tarea quien
coordina más que las reuniones, que en todo caso sirven para acoplar
cada trabajo especial a la marcha general integrada.
5. Para estas tareas hace falta una
organización operativa y democrática que sea capaz de responder
localmente a los retos planteados. No es frecuente que exista este
tipo de organización, sino más bien algunos órganos del poder
local o sectorial de tipo consultivo y generalmente un poco
atrofiados en su funcionamiento. La cuestión no es cambiar un
organigrama por otro, en debates internos en las administraciones,
sino que debemos tomar previamente nota del socio-grama que haya
salido del auto-diagnóstico y actualizarlo, para ver cómo se pueden
organizar “ad hoc” los conjuntos de acción en mesas de trabajo,
reuniones de taller o de centro o de barrio, asambleas, etc. Es una
tarea de auto-organización, entre lo ya existente y los nuevos
grupos de forma que las redes de iniciativas puedan articularse entre
sí operativamente. Nadie sobra, salvo quienes se planteen como
antagónicos con el proceso y se autoexcluyan.
La metodología apunta a una
construcción democrático-participativa de abajo hacia arriba, tanto
en los aspectos internos del propio proceso, como en las relaciones
de tipo externo hacia las administraciones, las empresas y los medios
de comunicación social. A veces se plantean metodologías
participativas pero se dejan las estructuras de toma de decisiones
tal como venían siendo, jerarquizadas, y en ese sentido nosotros
planteamos que debe haber una adecuación mejor entre democracia
representativa y la democracia participativa. Se trata de avanzar en
esquemas y prácticas de cogestión, en las que los políticos tienen
su papel de representantes de lo público estatal, las redes de
iniciativas su papel de promotoras de ideas y programas, y los
técnicos su papel de ajustadores de la viabilidad y operatividad de
estas iniciativas. O sea, articular estrategias convergentes que
permitan la integralidad de los procesos.
6. Por último en las metodologías
debe haber un sistema de seguimiento con unos indicadores de
evaluación del proceso, para ver cómo se va ejecutando cada una de
las partes propuestas, y para prever cómo se puede mejorar ante cada
imprevisto. En no pocos casos los indicadores tratan de comprobar el grado de ejecución de
lo previsto, y no tanto las justificaciones de las rectificaciones
necesarias. Es una concepción del Plan muy rígida que no tiene
previsto que en todo plan siempre hay muchas anomalías que son
propias del contexto, y que éste no ha podido contemplar. Para hacer
un buen Plan nos parece que lo mejor es partir de la concepción de
que siempre va a tener que ser rectificado, que es más un eje de
referencia, para ver cuánto nos desviamos y por qué, que una guía
que debe seguirse al pie de la letra. Lo que el Plan tiene que tener
previsto es el mecanismo de retroalimentación y los principios que
deben orientar los cambios que se hagan necesarios.

La idea de ser desbordados
“reversivamente” nos parece muy positiva, pues es un índice de
que la población y sus iniciativas quieren ir más lejos que lo que
habíamos planteado. Es un elemento de aprendizaje para los propios
promotores, y esto es una de las mejores señales de que el Plan va
por buen camino (si no aprendemos nada nuevo con la ejecución
seguramente es que algo está fallando, pues la realidad siempre es
más compleja que lo planeado). El desborde “reversivo” de la
población significa que están adoptando un papel protagonista, y no
sólo seguidista, pues toman iniciativas propias, en el sentido de
querer ser más consecuentes aún. Saber estar a la altura de cada
proceso es un arte, sobre todo cuando no repite lo previsto, y por
eso un buen indicador es que los mapas de relaciones se vayan
complejizando, y que los nudos críticos sean cada vez más
profundos, más estructurales.
Hemos destacado seis pasos
metodológicos participativos, subrayando más los aspectos
problemáticos que los convencionales. Esto es para no dar idea de
que lo que vamos a realizar está todo calculado con precisión y no
lo vamos a alterar, sino todo lo contrario. Es decir, que de acuerdo con las circunstancias que se vayan
presentando y de acuerdo con los principios enunciados, vamos a poder
discutir y justificar con las contrapartes del proceso cada cambio
que se haga necesario. La cogestión del proceso debe incluir desde
un primer momento a las administraciones que lo encargan, a los
equipos técnicos que lo realizan y a la población afectada de
alguna manera. Para que se pueda decir que sea un proceso
participativo desde el primer momento.
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