miércoles, 30 de agosto de 2017

Lo que pudimos aprender sobre metodologías participativas (entorno a Cartagena 2017)


Antes de que se produjera el Congreso de Cartagena (Co) había que prepararlo. Pero, empezando por la auto-critica, en Latinoamérica no fuimos capaces de hacerlo en las condiciones que nos gustaría. La Red ARNA busco sus contactos en Colombia y pudo organizar a su estilo este Congreso de 2017 (Centro de Convenciones con sus costes adicionales, metodología no discutida con nuestra redes pre-existentes, etc.) Por su parte la red de CEAAL (pedagogía freiriana) ya venia con sus propios lugares de encuentro y reuniones preparadas, fruto de su larga trayectoria en los países del continente. Todo se presagiaba como un Congreso habitual, si no fuera por el desborde que se pudo hacer en su clausura y en la jornada de post-congreso “democratizado el conocimiento”. Ya el primer día alguien se tapo la boca con unos dólares en señal de protesta en la propia puerta, pero lo más interesante vino después con los desbordes sucesivos.


La Red de Procesos y Metodologías Participativas solo pudimos organizar una reunión previa, el lunes 12 de junio, gracias al trabajo del Grupo Motor y de Natalia Londoño (una colaboradora de Medellín) que encontró una Universidad amiga en Cartagena. Un primer aprendizaje de esta Red es que, previamente y por internet, se formularon las preguntas previas a las que debíamos responder desde las 4 comisiones temáticas y desde las iniciativas de cada país. La vinculación simbólica de esta red a Clacso funciono como una buena escusa, y se demostró que podemos funcionar por grupos motores y comisiones, y sin grandes costes. Aunque no fuimos capaces de sumar a otros grupos y redes a la reunión de ese lunes previo, la reunión de unas 50 personas de países latinos tan distintos salio bien, según lo organizado previamente, y con las cuatro comisiones con sus proyectos y tareas acordadas y en marcha.


Un segundo aprendizaje tiene que ver con las formas de construir conocimiento en el propio Congreso. Hubo Mesas “redondas” de 3 o 4 ponentes, con las clásicas preguntas al final. En general, solo parecen algo participativas si los ponentes están respondiendo a preguntas previas (que se hayan enviado por Internet, o desde un relator que las recoja allí mismo). Pero hubo Mesas de mas de 6 o 7 ponentes (en algunos casos forzadas por la organización, al sumar dos) que no favorecen en nada lo participativo. Mejor sería que se abriesen a círculos-talleres con los asistentes, para un debate desde el principio con facilitadores y con algunas preguntas clave. En los Talleres en que estuve, con unas 20 o 30 personas, con dinamizadores y papelógrafos, fueron mucho más participativos y con resultados colectivos visibles y creativos. Faltó que se grabasen en video al final los acuerdos principales de cada Taller, con lo que se podría tener una colección de todas las conclusiones, y fácilmente divulgables de forma rápida. Aunque no se hizo esta tarea, se puede aprender a realizarla para próximos encuentros.


También pudimos aprender que la palabra “investigación” tiene algunos sentidos que son sospechosos para la gente del común. Pueden ser interpretados como tareas típicas de los académicos o de la policía, y que se llevan esas informaciones e investigaciones a no se sabe dónde y al servicio de no se sabe quién. Patricia Botero nos ilustro desde sus movimientos populares colombianos: actuar con cuidado con los conceptos habituales que a veces usamos. Por eso siguen apareciendo nuevas formas de nombrar estas formas de “implicarse en hacer estrategias colaborativas” con la población como protagonista. Así al menos sería bueno nombrarnos mejor desde los Grupos Motores que postulan una transformación social frente a las opresiones y explotaciones en que nos haya tocado vivir. Actuamos con los Grupos Motores para procesos concretos, desde movimientos, comunidades, cooperativas, etc. que no defienden una ideología cerrada, sino que con ellos construimos, desde la diversidad, sus estrategias viables.


Los entramados sociales y las redes preexisten, emergen y se reconocen, no aparecen o se construyen de la nada. Si en un momento “enactuan” (como señaló Sandra Massoni citando a Francisco Varela) es porque ya están ahí en sus potencialidades. Pero hay que saber reconocerlas y fomentar las conexiones transformadoras. En este sentido algunos venimos llamando a estos procesos “construir estrategias con los Conjuntos de Acción”. Que no son movimientos sociales que llaman a los demás a venir a “nuestra propuesta”, sino alianzas prácticas con otros movimientos y con sectores populares para algún tema muy concreto, o incluso también con entidades o personajes que puedan ayudar desde sus posiciones de prestigio o de relativo poder. Pongamos por ejemplo las Redes que ya estaban en el propio Congreso de Cartagena y su comportamiento. Lo presento en forma de “pentalema” (método “transcend” de Johan Galtung.):

Desde ARNA invitan a participar a las demás redes en el proyecto que ya tienen, con sus costes y con sus metodologías, tanto en el Congreso (días13-15) como para la sesión sobre Democratizar el Conocimiento (día 16). Los costes imposibilitan a movimientos sociales de Colombia (incluso de Cartagena) a participar, lo que generará protestas ya desde antes y en el primer día. Bastante gente decide no acudir a Cartagena, y también se buscan otros trucos entre los presentes en la ciudad. ¿Era necesario que fuera en el Palacio de Congresos con todos sus costes? ¿Se podía organizar en Universidades como hicimos el día 12 en Cartagena, o como queremos hacer en Rosario (Septiembre 2018)?

¿Las metodologías participativas se reducen a las propuestas por ARNA para estos días o podemos poner en marcha otras (las de el Foro de España-Portugal, las de México o las de Chile, que han sido variadas y más participativas)?


En el polo opuesto aparecen los carteles del día 15 (“¿Quién Falsta aquí?” etc.) en la sesión de clausura. Pero esto es una protesta, más que la construcción de una propuesta. Es un inicio de desborde práctico porque señala críticamente lo que faltó, o que se dio de forma unilateral. Y también porque más que negar el acto, se aprovechó la clausura y parte de su música para bajar el acto final a la gente, aislar el escenario, y salir por la escalera hasta la calle, donde se quería llegar simbólicamente. Parece que fue una construcción performativa-artística de algunos grupos a la que se sumó luego buena parte de público asistente. Interesante aquí el aprendizaje sobre cómo retomar el espacio instituido para abrir una movilización instituyente, pues no entendimos que se tratase de negar la buena voluntad de los convocantes, sino de ser más coherentes en la práctica: Bajar de las tarimas y salir a la calle.


La convocatoria del día 16 fue más desbordante, y ahí aprendimos más y mejor. Ante la convocatoria hubo tres actitudes. Dirigentes de CEAAL, los organizadores colombianos y buena parte de las redes latinas no asistieron a la llamada de ARNA. Bien porque ya estaban con sus propias organizaciones, bien porque se entendió que el acto era para “sumarse” a ARNA y su forma de organizar. El caso es que solo fuimos unas 200 personas, más por oír las conferencias desde Asia, África y Europa-America (Boaventura S. Santos), y por ver el tipo de propuesta que hacia ARNA. Boaventura sintetizó la postura que se venia comentando en los pasillos y desautorizó la pretensión de que aquel acto pudiera ser una Asamblea con pretensiones de red mundial. Tal como estaba la situación se amenazaba con que nos fuéramos la mayor parte de los latinos allí presentes, pero por suerte decidimos consultar con las mesas en que estábamos sentados los grupos. Y la mitad de los grupos escogimos la postura de revertir y desbordar lo que se nos proponía desde ARNA.


En una esquina de aquel gran salón unas 100 personas de habla hispana y brasileña, la mitad de los asistentes, decidimos a trabajar en grupos, pero usando las metodologías propias, ya que llevamos años de experiencias y encuentros en varios de nuestros países, y tenemos algunas redes en que apoyarnos. Aclaramos que no se trata de negar la buena voluntad de ARNA, pero sus técnicas nos parecían superficiales y poco operativas para nuestras necesidades de auto-organización. En solo dos horas nuestros grupos ya habían acabado las reuniones de grupos y el plenario, sumando los papelógrafos de síntesis en la pared, para sacar las comisiones de trabajo. Las comisiones a la hora de la comida ya tenían sus reuniones y sus compromisos establecidos, y se ha ampliado a una red que se auto-convoca para encontrase de nuevo dentro de un año en Rosario (Septiembre 2018). Los otros grupos, de habla inglesa, tras la comida apenas habían terminado de debatir las tres preguntas que les habían formulado, y se apuntaban a algunos grupos temáticos que proponía ARNA.


En el plenario los organizadores de ARNA invitan a esta Red auto-organizada de la esquina latina a contar sus aportaciones. Salieron unas compañeras, y una canto versos en portugués, otra explico que ya tenemos redes y experiencia y por eso nos colocamos en paralelo, y una tercera relató las comisiones de trabajo y sus objetivos, y la propuesta de Rosario 2018. Pero el acto emotivo fundamental fue cuando resonaron las palmas en todos los corazones de la sala. Tras la exposición de las compañeras sobre lo que la "red de las mesas del rincón latino" habíamos construido, el moderador californiano preguntó: ¿Quién dice algo? ¿Alguna pregunta? Muchos empezamos a golpear con la palma de la mano en el corazón, y se formó una cadena humana paseándonos en círculo, rodeando toda la sala, invitando en una lengua universal a todas y todos a hacer y comprender por encima de culturas y fronteras. Resonaba el silencio de la palabra y sobresalía el gesto y el sonido hueco de los cuerpos, hasta que todo fue un círculo. Y en el círculo se nombró la Red, se aplaudió, y siguió la palabra. 


Valga este ejemplo reciente para retomar algunos aprendizajes sobre metodologías participativas. Lo primero es saber auto-criticar la propia red o grupo en el que cada cual estamos y no dar por sentado que los demás “deban venir a lo nuestro”, sino saber escuchar las otras redes que ya están conformadas, o que están ocultas o dispersas, pero que se están conformando o tienen potencialidades de hacerlo. La auto-reflexión es un buen ejercicio para comenzar cualquier proceso participativo. ¿Queremos preservar nuestra red, o queremos ampliarla, o articularnos con otras semejantes? ¿Cómo hacer esto con auto-organización, desde la preguntas de cada sensibilidad? ¿Los consensos pueden ser con cualquiera? ¿Y los disensos hasta donde nos separan? Hay unos grados de “afinidad” que constituyen cada red según su temática, lugar de origen y lengua, e historia de construcción. Estas redes pueden encontrarse con otras de tipo “diferente” (ARNA, CEAAL, UPMS, CLACSO, Sentipensante, etc.) para actividades concretas, y mantener relaciones de buena vecindad. Porque lo “opuesto” es el sistema opresor y explotador (ante el que nos debemos unir), y porque la mayoría de la población esta “ajena” aún a las metodologías participativas.


En algunas de nuestras redes sabemos que tenemos en frente al 1% que maneja el sistema neoliberal y las instituciones que le sirven, y con esos poderes solo cabe unas estrategias de aislamiento y reversión. Pero para “transducir” con la gente común, no queremos aislarnos nosotros, sino acrecentar los “Conjuntos de Acción” con practicas y articulación viables, a partir de las diferencias que cada sensibilidad plantea. En cada red y en cada sensibilidad hay siempre una mezcla de aspectos constructivos y de otros paralizantes o bloqueadores de los procesos. Por lo que la tarea es reconocer, y poner en marcha los aspectos que puedan servir para construir colectivamente. El poder dejar aparcados los aspectos bloqueadores es también un ejercicio para superar los egos y las ideologías cerradas que son las que suelen frenar las mejores “trayectorias” de cambio. Pues en la participación no se trata solo de procesos rápidos (movilizaciones), sino de construcciones desde experiencias, con consensos laboriosos (movimientos), no solo lógicos y dialogantes, sino vivenciales y duraderos.


También es posible aprender algunas diferencias de conceptos, que pueden resultar más apropiados, aunque en el fondo queramos decir lo mismo. Por ejemplo, “diálogos” de saberes no siempre es lo mismo que “ecología” de saberes. Dialogar nos inclina a pensar en una conversación hablada o escrita, y no tanto a una actividad “ecológica” y vital más implicada y completa como son las acciones conjuntas, como en la naturaleza la diversidad de los ecosistemas, y en este caso desde la diversidad social. El E.C.R.O. (de Pichon-Rivière) son los “esquemas conceptuales referenciales y operativos” que le llevan a plantear actuar con “grupos operativos”, como a nosotros con “grupos motores” en la “socio-praxis”. Pero hay quien se queda en la parte de analizar y dialogar sobre los “esquemas conceptuales” sin llegar nunca a las “relaciones operativas”. Pero nosotros hemos aprendido (como en el caso de Cartagena, con el R.O.C.E.) que las “relaciones operativas” deben ir delante, crean ambientes que pueden cambiar algunos “esquemas conceptuales” en los procesos y trayectorias. “Traducir” está muy bien entre distintas culturas para que nos podamos entender, pero “transducir” (como las enzimas o los catalizadores) es algo más, pues se provocan saltos en la “ecología de saberes”, más allá de los “diálogos” donde solo se habla o escribe.


Los “transductores” no investigan (como los policías o los académicos clásicos), y tampoco juzgan (como los del “ver, juzgar, actuar”). Más bien se trata de construir “estrategias” con los sectores implicados, facilitando espacios amplios y metodologías de procesos participativos, para hacer emerger trayectorias y entramados, tanto de los colectivos y asociaciones implicados como de las redes ocultas que ya existen, y que potencialmente pueden transformar las situaciones de partida. Pero a veces los “agentes democratizadores” (profesionales o liderazgos voluntarios) construyen más las peleas y competitividad entre sectores (elección de dirigentes, imposición de algunos temas, sectarismos, etc.), que construir consensos eco-eficientes de forma colaborativa. Esta responsabilidad es de quién plantea las metodologías. Puede ocurrir porque no se sepa guardar las ideologías o sectarismos en un bolsillo, o porque no se conozca que hay unos métodos para que la gente se enfrente y otros para limar las contradicciones en el seno del pueblo, y en suma hay que saber aplicar los más convenientes para construir las estrategias superadoras. No encerrarse solo en los dilemas que nos plantean, sino saber abrirse a la los “multi-lemas” y superaciones “transcend” que sean eco-eficientes.


Por ejemplo, en el caso de la toma de las Plazas del 15M de los indignados se habló de que existían “dos almas” (una que solo pedía reformas del aparato político y otra que postulaba organizarse auto-gestionadamente en colectivos de base). Pero había más, aún cuando se necesitó un tiempo para que “emergieran”: aparecieron también las “mareas” que fue una forma de desbordar a los partidos, sindicatos y a las instituciones a las que se dirigían (salud, educación, la PAH en vivienda, etc.). Más tarde apareció un partido nuevo y esto obligo a cambiar la situación política. Y también aparecieron agrupaciones municipalistas, que no se reducían a partidos, sino a unas movilizaciones electorales realmente novedosas y creativas. No parece que una de estas posiciones sea la buena y las demás equivocadas, sino que son diferentes estrategias que pueden convivir entre si, en las que diferentes partes de la población se reconoce y participa en diversos grados. Salir del dilema y que se puedan plantear (sin sectarismos) diversas estrategias es algo que las metodologías participativas también podemos aprender. Por ejemplo, yo en mi pueblo estoy en varios colectivos agroecológicos y culturales, y también participo en la agrupación municipalista. Pero además apoyo la “marea verde” de la educación, voto a la coalición de partidos del cambio, y apoyo las reformas que se plantean de las leyes retrogradas del sistema dominante.


Otro ejemplo más internacional puede ser el de los Foros Sociales Mundiales. El debate sobre si deben ser solo Foros de debate, como un gran mercado de ideas sin que se tengan que tomar acuerdos, o más bien deben servir para hacer convocatorias para la acción conjunta de los movimientos sociales contra el neo-liberalismo, se puede ampliar a varias posturas más, que no tienen porque ser incompatibles. Una postura es que los Foros se disuelvan, cosa que puede suceder si las peleas internas se recrudecen porque las posturas se muestren como incompatibles. Otra postura puede ser que se formulen a la vez como un Foro para el Debate cada año o dos años (tal como han venido siendo) y a la vez que también exista alguna instancia para lanzar acuerdos comunes de acción internacionales (como ya ocurrió contra la guerra en una ocasión). Seguro que también hay otras posiciones que pueden emerger, y que no tienen porque ser incompatibles. Lo que hace falta son metodologías colaborativas, que permitan que cada cual apueste y trabaje por lo que crea, y se superen los “egos” de personajes y colectivos (disfrazados de debates ideológicos, en su peor acepción) que tanto mal le han hecho a las alianzas internacionales, a la construcción de alternativas y a las movilizaciones alter-sistema.


No se trata de conseguir el diálogo y el consenso de todas y todos, alcanzando unas unanimidades imposibles. Se trata de acompañar procesos que se vayan decantando con la propia gente, como el propio caso de la investigación-acción-participativa. Cuando en los años 70 Fals Borda se implica con los campesinos colombianos, y aprende lo “senti-pensante” de ellos, eran épocas en que los marxismos y las teologías de la liberación aún estaban muy ideologizadas (y hasta sectarias en no pocos casos). Al principio de los años 90, cuando hablé en un par de ocasiones con Fals Borda no coincidimos en que los “sistemas emergentes” y la “complejidad de los entramados populares” eran aspectos fundamentales a incorporar, pues opino que el pueblo básicamente no hace “ciencia”, aunque tiene algunos “saberes” imprescindibles. Por esta razón declinó hacer el prólogo de nuestro libro colectivo “Las ciudades hablan” (que si hizo Hugo Zemelman). Pero si nos abrió la puerta y facilitó que coordináramos un grupo sobre “Poder Local” en el Congreso de Cartagena de 1997. En aquel Congreso ya estuvieron también Wallerstein, Escobar, y otros tantos que si insistimos en incorporar la “complejidad” y los “sistemas emergentes” a los procesos de las metodologías participativas.


En los inicios del nuevo siglo Orlando Fals Borda si se abrió a los nuevos enfoques, y escribió e hizo declaraciones a favor de avanzar en la reconceptualización de las metodologías participativas. Pero el nuevo reto es si ¿cualquier constructivismo social, cualquier teoría de sistemas, encaja con las metodologías participativas? Aunque Edgar Morin y Niklas Luhmann hablen de “complejidad” en la práctica justifican sistemas y estrategias contrapuestas en lo social y lo político. Y en un debate de seguidores de Morin y de Freire, que organizó Carlos Núñez en México, las diferencias eran bastante más que las coincidencias, aunque todos hablasen de “dialógica” y de “participación”. Por eso más que definiciones teóricas, lo que necesitamos son “distinciones”, y a ser posible ejemplos prácticos que aclaren en que estrategias estamos cada cual y cada proceso. “¿Para qué? y ¿Para quién?” que son las preguntas para un enfoque básico (o epistemológico), y “¿Por qué?” es la pregunta sobre cada dispositivo técnico o de dinamización dentro de una metodología. Pues no somos neutrales y tenemos muchas responsabilidades, como hemos aprendido: las metodologías nos pueden echar a pelear de forma sectaria por representatividades, o nos pueden facilitar construir procesos en colaboración desde las diferencias.

Uno de los grupos de nuestras redes ha propuesto comunicarnos y debatir a través de una “Revista Desindexada”, es decir, salirnos de los requisitos que marca la academia que premia a los profesores que más publican en “Revistas Indexadas” (e incluso con un raking de valoraciones entre ellas). También en este caso se puede plantear la cuestión como un “pentalema”, para no quedarnos encerrados en un dilema simple. Nos contaron también (Gerardo Alatorre) la experiencia de una Revista sobre “Fracasos Anónimos”, que durante unos años pudieron mantener, contando sobre todo los problemas que se les presentaban en los trabajos prácticos y que no conseguían resolver. Sería lo contrario de vanagloriarse de los éxitos tal como se suelen publicar en las revistas académicas en la competencia por el reconocimiento profesional. Entre estas tres posiciones se puede ver una intermedia que cuente pros y contras, y que no esté preocupada por ranking o index, sino por el debate entre interesados en le tema. Una quinta posición superadora podría ser una Revista para “construir sobre lo no resuelto”. De forma anónima o no, se pueden plantear las cuestiones no resueltas (fracasos o simples preguntas), luego abrir un debate con ciertos límites de extensión y tiempo, para ir dejando sentados algunos avances que se pueden firmar colectivamente, por ejemplo.



De nuevo usamos el sistema de los “pentalemas” (Galtung, Ibáñez, CIMAS), para mostrar un ejemplo de dispositivo que no se queda encerrado en “dilemas” lineales, sino que permite construir en un plano con múltiples posiciones, más o menos orientadas e incluyentes, desde la diversidad de posturas previas. La postura mejor para adoptar, no es la de un extremo concreto del plano, sino la que puedan construir en cada “situación” aquellas personas que están implicadas en llevar adelante el proceso concreto. Porque no se trata de tener la verdad en abstracto, sino de la eco-eficiencia de las decisiones que se pueden adoptar teniendo en cuenta hasta donde llega la participación y la correlación de fuerzas existente. No queremos tener la razón, sino facilitar espacios y caminos que construyan, desde las razones diferentes de los sectores populares, aquellas estrategias superadoras que en cada situación se ven posibles por los implicados/as en cada caso. Y tal vez salgan más de un camino con estas metodologías, pero la práctica dirá cual es el más eco-eficiente para la transformación necesaria.




Tomás R. Villasante



(Profesor Honorífico de la Universidad Complutense de Madrid y cofundador de la Red CIMAS).



Para ampliar los fundamentos de estas metodologías socio-praxicas, se pueden consultar sus libros:



- (2006) Desbordes creativos. Estilos y estrategias para la transformación social. La Catarata. Madrid.

-Con Rosa Pinto (2011) La democracia en marcha. Kerala. Los retos de la planificación y las democracias participativas. El Viejo Topo. Barcelona.

- (2014) Redes de vida desbordantes. Fundamentos para el cambio desde la vida cotidiana. La Catarata. Madrid.

- Con CIMAS (2015) Metodologías participativas. Sociopraxis para la creatividad social. Dextra. Madrid.

- Con otros autores (2015) Construyendo democracias y metodologías participativas desde el sur. LOM. Santiago de Chile.

- Con Nara Ramos (2015) Do sul a o Norte. Metodologías participativas desde la sociopraxis. Faith. Sao Borja (RGS-Brasil)

- Con José Astudillo (2016) Participación social con metodologías alternativas desde el sur. Abya Yala. Quito.

- (2017) Democracias transformadoras. Experiencias emergentes y alternativas desde los comunes. El Viejo Topo. Madrid.

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