viernes, 12 de enero de 2018

Medidas para la sustentabilidad, con metodologías participativas (1/3)

1. Se mide con los Equivalentes Generales de Valor

Las medidas de la sociedad están colonizadas. Se mide con los relojes, con monedas, con prestigio, con títulos. Los poderes son los que nos encierran en los Equivalentes Generales de Valor. Nos encierran con esos sistemas de medida en dilemas de más o menos valor, sin que nos preguntemos porqué se mide así y no de otra forma, o con otros criterios. “La forma equivalente de valor se erige en unidad de medida: los sujetos, los objetos y los mensajes pueden ser medidos -como formas relativas-, de modo intensivo en relación a la forma equivalente, de modo extensivo las formas relativas entre sí (J. Ibáñez, 1994).

La historia es el dominio de la recta, de la recta ascendente. Comienza con la acumulación: acumulación de objetos como Capital, acumulación de sujetos como Estado y acumulación de mensajes como Escritura. Y, en consecuencia, acumulación de tiempo como Historia (J. Ibáñez, 1994).

Cabe pensar, cuando menos, en estos 4 sistemas de medición que nos abarcan, casi sin darnos cuenta de dónde está su juego oculto. Las medidas de los intercambios de espacios-
tiempos, contadas en tecnologías rápidas o lentas; las medidas de los intercambios de objetos y bienes, contadas con la moneda de referencia; las medidas de poder dominación, contadas por la toma de decisiones en la familia o el estado; las medidas de la cultura o del conocer, contadas en títulos, escritos, o palabras señaladas. Estas medidas están relacionadas entre sí, como los propios sistemas. Todos estamos en ellos sumergidos, o fetichizados por las mercancías y sus cuentas, tenemos interiorizados los trabajos y los valores de consumo de los sistemas que nos dominan. En cada sistema de medición hay un Equivalente General, que está relativamente fuera del juego, para que sirva de Valor de Referencia.

Como denuncia de estos valores dominantes B. S. Santos (2005, 2010) construye unos dilemas alternativos, para revalorizar “las ausencias y las emergencias”. En su Sociología de las Ausencias se construye lo que los Equivalentes Generales de Valor denigran, lo que olvidan, lo que no tiene valor. El “pensamiento abismal” de la modernidad occidental ha construido como ausencias de valor: “Deriva de la monocultura del saber y del rigor del saber...Todo lo que el canon no legitima o reconoce es declarado inexistente. La no existencia asume aquí la forma de ignorancia o de incultura”.

“La monocultura del tiempo lineal...progreso, revolución, modernización, desarrollo, globalización... La no existencia asume la forma de residualización...lo primitivo… tradicional, lo premoderno, lo simple, lo obsoleto o lo subdesarrollado”.

“La lógica de la clasifi cación social...La clasificación racial y la clasificación sexual...la no existencia es producida bajo la forma de una interioridad insuperable en tanto que natural. Quién es inferior… “Lógica de la escala dominante... lo global... todas las otras realidades dependen de contextos y que, por tal razón, son consideradas particulares o vernáculas”.
“Lógica productivista... la no existencia es producida bajo la forma de lo improductivo, la cual, aplicada a la naturaleza, es esterilidad y, aplicada al trabajo, es pereza o descualificación profesional”. En la construcción de “los dioses” también está la construcción de “los demonios”. En la construcción de los E. G. de Valor dominante, también están las construcciones de sus opuestos-dominados. En realidad hay un eje dominante, un dilema en que tratan de que nos quedemos encerrados, y con respuestas superficiales, dentro del subsistema. Por eso “invisibilizan” y construyen las “ausencias”, que solo se puedan ver como lo ridículo, de lo que todas las personas quieren escapar. No se suele cuestionar La Historia y su avance Tecnológico. Y quién lo hace pasa a ser un “atrasado”, un “paleto”, etc. No se suele cuestionar la Economía, la producción y el valor del oro, del dinero. Y quién lo hace es tachado de “improductivo”, “vago”, etc. No se suele cuestionar la Autoridad (los padres, las administraciones, que pueden ser unas u otras) pero parece que tiene que haber tal autoridad superior. Por debajo de los ejecutivos y los jefes, los demás aparecemos “minusválidos”. No se suele cuestionar el dogma de la Ciencia o el Dios de referencia en cada colectividad. Y quién no aparece como erudito, es un “iletrado”, un “ignorante”, etc.

Desde un mismo E. G. de Valor suele haber disputas por acaparar esa posición, entre el padre y los que quieren “matar al padre” para ponerse ellos. Entre el capital financiero y el capital productivo, en economía. Entre la ciencia y las creencias en algún dios (religioso, mediático, etc.). Entre el progreso y la conservación, en los ecosistemas e historias que vivimos. Y entre estos valores polares suelen situarse posiciones intermedias. Puede ser un cierto equilibrio, más o menos inclinado a un lado o a otro de los dos polos. También puede ser una expresión abstracta que a poco comprometa, como “desarrollo sostenible”, “capital social”, que solo es mezclar palabras para quedarnos contentos. Pero ambos polos, y sus posiciones intermedias igualmente minusvaloran las
posiciones inferiores, ignorantes, atrasadas o improductivas. Es decir, que estamos distinguiendo varias posiciones en un plano, al menos cinco como en los pentalemas.

Porque no se trata solo de criticar a los E. G. de Valor, sino de diferenciar sus oposiciones dentro de la misma escala de valor, y aquellas posiciones que se salen a otros ejes que desbordan las propias mediciones. O sea poder elegir unas “metáforas que nos piensan” (E. Lizcano, 2006) donde las “matemáticas paradójicas” nos enseñan la inclusión del “yin-yang”, o como apunta F. Jameson (2002) “la respuesta no es una síntesis de estas dos opciones sino una suerte de unión de los opuestos”. Lo más grave es no saber en qué juego estamos encerrados por esas mediciones. Las
ausencias, lo invisibilizado, no cuenta, a veces ni se mide. Pero a veces salta. Por una crisis o por fallos de los propios dominantes. En ese caso aparece, se muestra, lo que ha estado oculto, y entonces empieza la operación de ponerle un “estigma” desde el sistema de poderes. De hecho en lo que llevamos dicho escribimos más estigmas que otra cosa, como “minusvalías”. Hacer chistes, estigmatizar, lo que nadie quiere (“paletos”) o lo que nadie debería querer (“cínicos”). Pero desde los “estigmas” precisamente se puede construir lo que serían los “emblemas” (R. Reguillo, 1998), también las “ecologías de saberes”, el eje emergente donde se pueden construir vías integrales que van más allá de los bloqueos de los dilemas y de los estigmas. Para ello hay que precisar que en lo dominante hay también sus propias contradicciones. Por eso un esquema más completo de razonamiento para las emergencias, debe incluir los dilemas dominantes, la estigmas que ambos rechazan, y los emblemas para poder construir las emergencias que apuntan a lo superador.

Figura 1. Esquema de razonamiento para las emergencias


Sin querer ser inferiores, ignorantes, perezosos o atrasados, tampoco hay que ser jefes, ni eruditos, ni acaparadores, ni estar a la última. Y tampoco estar solo por la alternancia entre autoridades, solo en la crítica a la cultura dominante, o por la regulación y la sostenibilidad de dentro del sistema. Es posible plantearse y ejercitar una convivencia más horizontal desde abajo, más que la erudición o la crítica, ejercer la creatividad social, producir las artesanías y productos para vivir saludablemente. Saludable en los sentidos de saludar a los amigos y tener salud para ello, con tecnologías apropiadas, que no son necesariamente las últimas de la moda, ni las más sofisticadas. Trabajar para hacer los artefactos necesarios socialmente, no para acaparar o acumular más que los demás. El aprendizaje de la creatividad social con la gente como reto cultural, por el placer de sentir el colectivo e innovar. Y la forma de construir más desde abajo y horizontalmente que querer ser jefes o tratar de mandar. En estos ejes sin duda hay tendencias impresas en nuestra historia evolutiva y cultural, pero también sabemos de experiencias de poder cambiarlas, y sobre ello vamos a ir avanzando en este texto. Pasar de los estigmas a los emblemas son múltiples caminos en unos planos que permiten muchas estrategias.

Parte 1 de 3

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